La profesión
docente en México tiene distintas aristas que son producto del desarrollo
histórico de una actividad que tiene en este país una gran tradición que
procede de las raíces mismas de la cultura prehispánica.
Cuando los
españoles llegaron a la mítica Tenochtitlán, encontraron un sistema educativo
estructurado por varias formas de enseñanza, que encontraban en el Cuicacalli,
Telpochcalli y el Calmec, los lugares donde no solo se impartían
conocimientos sino las personas que “daban rostro a los demás”, los
temachtiani. Largas son las alabanzas que los padres brindaban a estos
eruditos al confiarles a sus hijos, con la esperanza de que recibieran una
instrucción esmerada.
La conquista trajo
consigo una destrucción de este bien armado sistema educativo y lo sustituyó
por varias formas de educación en las que la curricula únicamente tomaba en
cuenta el aprendizaje y difusión de la religión católica, así como una
instrucción más esmerada para las capas minoritarias de españoles, pero que a
diferencia de la educación indígena se encontraba desarticulado y poco
desarrollado, pues la mayoría de colegios y opciones educativas se concentraban
solo en la zona centro y algunas poblaciones al interior de la república.
Durante este periodo independientemente de la estructura gremial que privaba en
todos los oficios que los españoles trajeron a la nueva España[1],
existía el gremio del nobilísimo arte de enseñar a leer, escribir y
contar, que encontraba en San Casiano[2] la
figura del Santo Protector y conformaba en torno a él una cofradía[3] aunque solo existía en la ciudad de México,
la figura del el padre lengua[4] fue igualmente importante.
Durante el periodo
independiente (1821-1876) dos nombres se mezclaran entre el caos y los intentos
desesperados de conformar una nación, el escuelero y la amiga[5],
cada uno haciendo referencia a una realidad y una condición particular que
llenaron un vacío que poco a poco fue configurando el sistema de
enseñanza y dando lugar a la gran hazaña educativa del siglo XX.
La configuración
de la docencia que opera hoy en día en todos los planteles del país es
compleja, extensa y poco homogénea. Las distintas formaciones
de los maestros, la historia de cada nivel educativo y sus condiciones
institucionales (el desarrollo y consolidación de los modelos educativos, así
como las necesidades y formas de organización y gestión, el acceso y
permanencia en el servicio, etc.), permiten entender el porqué existe esta
diversidad.
El siglo XX, tendría
entre sus manos dos tareas fundamentales, en primer lugar separar
definitivamente la educación religiosa de la instrucción y también conformar un
sistema educativo para la mayoría de la población, ya que para 1910 se calcula
que solo 20% de la población sabía leer y escribir[6],
números que hoy en día se han revertido aunque el porcentaje de analfabetismo
en el territorio sigue siendo muy alto, 8.8 millones de analfabetos[7]. En torno a esta hazaña se preparo la formación
de maestros y para ello se inició la conformación de la educación normal
rodeándola de un gran misticismo y un carácter nacionalista. La historia de la
educación secundaria está enclavada en esta lucha, pues sus inicios se
justifican en el sueño de conformar una nación moderna y organizada. La
primera secundaria que tuvo el país tuvo su primera cede en el antiguo colegio
de San Pedro y San Pablo, en la que permaneció hasta 1928 teniendo ya 900
alumnos y que tendría su recinto definitivo en la calle de Regina
111, con el nombre de Cesar A.Ruiz[8]. Los
primeros maestros que tuvo esta escuela fueron profesores enviados a Estados
Unidos durante tres meses y de cuyas investigaciones surgió el Departamento de
Educación Secundaria de la Secretaria de Educación Pública y la estructura y funcionamiento
que permea a dicho nivel educativo hasta nuestros días.
En 1942
comenzó a funcionar en la Ciudad de México la primera escuela normal
especializada en formar maestros de secundaria, la Escuela Normal Superior de
México (ENSM). Muchos han sido los embates que el estado ha dado a esta
escuela el más plausible es el negarle la autonomía y aplastar de manera clara
todo intento de independencia.
Sin duda todo este
pasado se combina terriblemente en el ejercicio de un oficio que parece haber
olvidado su trayectoria y se empeña en arrastrar tras de sí los peores
fantasmas de un pasado glorioso. Ahí está la vocación [9],
ese reducto que conecta lo religioso con el mercado, y que sirve
para esclavizar a los docentes y justificar los peores abusos contra el
magisterio.
[1] En donde se podía distinguir una
organización basada en la figura de maestros (como artesanos expertos),
oficiales (como artesanos en formación) y aprendices (como iniciados en un
oficio)
[2] San Casiano encarna de cierta manera la
premonición de un destino trágico, San Casiano fue un hombre que al
negarse a adorar a los ídolos romanos murió desollado por sus propios alumnos,
con los mismos objetos con los que el esclavo cristiano les enseñaba a leer y
escribir.
[3] Javier Tirzo
Gómez, Orígenes, simbolismo e iconografía del maestro mexicano, (México:
UPN, 2007) p. 53.
[4] Eran clérigos en su mayoría Frailes que
enseñaban a los indígenas la formación religiosa, hablándoles en su propio
idioma, instruían en la religión, las letras y castellanizaban a los indígenas.
[5] Estos dos nombres se mezclan en un
momento decidido de la laicización de la enseñanza, los escueleros era el
nombre popular con el que se conocía a los miembros de la comunidad
lancasteriana, mientras que las amigas eran mujeres que enseñaban a las niñas
algunos rudimentos de escritura y actividades como la costura.
[6] Norelly R.
González. Porcentajes de analfabetismo en México. México Revista
A-Z, Noviembre 2012, consultado desde internet el 15 de enero de 2014 desde:
http://www.educacionyculturaaz.com/educacion/porcentajes-de-en-mexico-analfabetismo/
[7] José Narro Robles y David Moctezuma
Navarro. Analfabetismo en México una deuda social. (México:
INEGI, 2012). P 3.
[8] Departamento
de Educación Secundaria. El nombre de Cesar A. Ruíz le fue otorgado a la
Escuela Secundaria No. 1, el día 23 de Octubre de 1939/ AHSEP, Escuela
Secundaria Federal No.1. caja 24, expediente 1, legajo 3, periodo
1935.1939.
[9] Cuando Max Weber escribió El
político y el científico, derrumbo una idea que había estado en el seno
mismo de muchas profesiones, la gente nace para ser; son
siempre las condiciones sociales las que determinan a que se dedicará una
persona, son las habilidades que un sujeto logra desarrollar las que
determinan, que tan eficiente será un sujeto el día de mañana a la hora de
dedicarse a un empleo. El caso de la vocación en México es un tema por
demás triste, pues esconde mucho del pensamiento mitológico que subyace a nuestra
concepción de la vida. "Es buen maestro, -tiene Vocación", resulta
ser la afirmación más falsa y utilitaria que puede darse a un profesional de la
enseñanza. Es negar que el individuo actúa responsablemente, es
también negarse la autonomía de acción. Las cadenas que la idea
de la vocación impone, son grandes lastres, una persona con vocación tendrá
necesariamente que ser sacrificada en nombre de su misión, tendrá que incluso
desprenderse de tiempo, esfuerzo, comida, en el plan más desinteresado posible.
No puede existir un lastre más grande, que vivir esclavizado y
amar la cadena
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