sábado, 12 de noviembre de 2016

Pensamiento histórico y Narración, sus posibilidades para estudiar la conciencia.

El debate de la narración en la construcción de la Historia y su enseñanza aún está muy lejos de terminarse.  Cuando Martinez Shaw (2004) proclamó el triunfo del discurso analítico y  de estructura contra su primer enemigo, el género narrativo, caracterizado por ser descriptivo y lineal,  y servir únicamente como auxiliar de la historia tradicional, se olvidó de considerar varias aportaciones que desde  la psicología,  se habían venido construyendo acerca de la manera como las personas estructuran la comprensión del mundo,  pero que  también que en el campo mismo de la historiografía permitirían el “renacimiento de la narración”(Burke, 2009).

     La obra clásica de Vygotsky “Pensamiento y Lenguaje”, fue publicada en 1934,   en ella se intenta  explicar  como el hombre adquiere la capacidad de pensar y también la manera como ésta se relaciona con el lenguaje, aclarando que es imposible estudiar estos fenómenos por separado.  Las investigaciones de Vygotsky (1995:12) le llevan a concluir que las personas primero adquirimos la capacidad de pensar y luego desarrollamos la de hablar, este proceso se ve invertido en ciertos animales, que no necesitan del pensamiento para construir el lenguaje o incluso aprender cosas nuevas, les bastan otros procesos como la percepción y el razonamiento  “una palabra sin significado es un sonido vació, no una parte del lenguaje humano.  Puesto que el significado de las palabras es tanto pensamiento como habla, encontramos en él la unidad del pensamiento verbal que buscamos” por ello Vygotsky (1995:38) reconoce la existencia de una etapa prelingüistica donde los niños perciben el mundo que les rodea, generan respuestas intencionadas como balbuceos, llantos, sonrisas y finalmente descubren “que cada cosa tiene su nombre”. En la adquisición del pensamiento y el lenguaje el papel del “lenguaje interiorizado” es otra arista estudiada por Vygotsky (1995:40) en la que él afirma el niño se apropia de los recursos sociales para luego transmitirlos físicamente a través del habla.

     Todas estas aportaciones ayudarían a autores como Brunner (Ruíz, 2016) a explicar que la mente tiene un “pensamiento narrativo” que  acompaña en una bina indisoluble al “pensamiento paradigmático”, el  segundo se encarga de utilizar el razonamiento lógico matemático para generar argumentos y resolver problemas de la vida práctica, mientras que el pensamiento narrativo:
“es el tipo de pensamiento más antiguo en la historia humana. Probablemente preexistió al pensamiento paradigmático. El pensamiento narrativo consiste en contarse historias de uno a uno mismo y a los otros, al narrar estas historias vamos construyendo un significado con el cual nuestras experiencias adquieren sentido. La construcción del significado surge de la narración, del continuo actualizar nuestra historia, de nuestra trama narrativa. Es una actividad humana fundamental” (Ruíz, 2016).

     Cómo se desprende de estos hallazgos de la psicología, el aprendizaje de la historia es fundamentalmente a través del “pensamiento narrativo”. Kieran Egan citado por Jeretz Topolski (2004) distingue cuatro momentos  en la evolución del pensamiento histórico; la comprensión mítica, romántica, filosófica e irónica.
a) Comprensión mítica: Se desarrolla de los 0 a 7 años es la edad de la fantasía del pensamiento dicotómico (visión dual del mundo basada en los opuestos y los personajes que los representan.

b) Comprensión romántica: Se desarrolla de los 7 a los 14 años, en esta etapa los adolescentes son conscientes de que la historia trata de personas reales que quieren triunfar en sus actividades. La unidad puede adoptar una forma de capsula, lo que paso antes y lo que paso después no tiene ninguna importancia.

c) Comprensión filosófica: Se da de los 14 a 20 años;  lleva la comprensión de que la historia no consiste en una serie de relatos sino que es un proceso causal.  A esta edad, los  educandos se concentran en esquemas generales abstractos, a los que consideran fuentes de la verdad.

d) Comprensión irónica: Se da después de los 20 años y los que la desarrollan son capaces de llegar a la conclusión de que ningún esquema general puede reflejar de manera apropiada la riqueza y la complejidad de la realidad. (Topolski, 2004:103).


     Desde 1970 historiadores como Paul Veyne y Michel de Certeau, ya habían clamado por las limitaciones de la historia total, y la necesaria vuelta que estaba dando la historiografía hacia el género narrativo, pero fue Lawrence Stone quien lanzó la crítica más radical y llena de sentido a la historia total y sus seguidores “Hay algunos países e instituciones en que ha resultado malsano el que los nuevos historiadores hayan hecho  las cosas como han querido durante los últimos treinta años;  y será igualmente malsano el que una nueva tendencia, en caso de que sea una tendencia, consolide un dominio similar aquí  o allá” (Stone, 1974:96). Las razones de Stone para pensar así son que acusa a los modelos cientificistas (modelo económico marxista, modelo ecológico demográfico francés y la criometría norteamericana) de haber;  despersonalizado la transformación social, incurrir en un determinismo económico y demográfico que reducía la realidad a explicaciones que no daban cuenta de la complejidad humana, de llevar a la investigación cuantitativa a niveles de incertidumbre,  al dejar que sea una maquina la que realice cálculos sobre una serie de documentos,  cuyo análisis se ve limitado por el sesgo que se produce, al ser manejados en igualdad de condiciones por una fórmula matemática, que no permite contemplar los matices de la realidad.  Además de alejar al gran público de la historia “Los historiadores cuantitativos, analíticos y estructurales han encontrado que cada vez hablan más para sí mismos  y para nadie más” (Stone, 1974:109).

     Para este autor la narrativa  debe entenderse:

“como la organización de cierto material según una secuencia ordenada cronológicamente, y como la disposición del contenido  dentro de un relato único y coherente, si bien cabe la posibilidad de encontrar vertientes secundarias dentro de la trama.  La historia narrativa difiere de la historia estructural fundamentalmente de dos maneras: su ordenación es descriptiva antes que analítica, y concede prioridad al hombre por sobre sus circunstancias”. (Stone, 1974:95)

     Y tampoco debe confundirse con las formas narrativas románticas y nacionalistas del siglo XIX, ya que los nuevos narradores consideran a los grupos desfavorecidos por encima de los privilegiados, para ellos es tan importante el análisis como la descripción, aunque buscan constantemente en nuevos archivos, lo hacen para revelar historias particulares evitando caer en el sesgo cuantitativo, y aunque intentan realizar explicaciones lo hacen reconstruyendo el subconsciente de los personajes para rebelar el significado simbólico de sus acciones y en “quinto lugar cuentan el relato acerca de una persona, un juicio, o un episodio dramático, no por lo que estos representan por sí mismos, sino con objeto de arrojar luz sobre los mecanismos internos de una cultura o sociedad del pasado” (Stone, 1974:114)
Por su parte Jörn Rüsen (2014:136) afirma “En todas formas y condiciones, el pensamiento histórico está determinado por un procedimiento  mental específico mediante el cual los seres humanos se interpretan a sí mismos  y su mundo: la narración”. Aunque también nos aclara que no toda narración puede ser histórica ya que en ésta,  el sentido y el presente cobran un significado particular, que da al pasado una guía y una dirección:

La especificidad de la narración histórica consiste en que los acontecimientos relacionados de modo  narrativo se consideren hechos realizados en el pasado. Adicionalmente,  se conciben su relación interna como una concepción del transcurso temporal vinculada,  con la experiencia que adquiere importancia para el autoentendimiento y la acción de los sujetos narradores. (Rüsen,  2014:136).

     Este giro hacia la narrativa se explica,  según el planteamiento de Rüsen (2014) por la evolución de varios aspectos y varias ciencias que forman el conocimiento histórico, donde la conciencia histórica es el objeto de estudio de una de ellas, la “Didáctica de la Historia”.

     Cuando Vygotsky y Luria nos hablan de los procesos en los que interviene la conciencia nos previenen de la dificultad de medirla y potenciarla, sin embargo nos dejan algunas pistas que en este proyecto de intervención es importante seguir. 
La conciencia humana (Esteban, 2010)  como objeto de estudio implica reconocer que se trata de una estructura dinámica que incluye tanto a los sentimientos y los afectos que se expresan a través de generalizaciones (contenidos que le dan sentido a la realidad y permiten interpretar, asimilar y reestructurar las experiencias) y procesos mentales (funciones como la atención, la argumentación, etc., que permiten expresar y captar lo que vivimos). Para Vygotsky la génesis de la conciencia y la conducta humana se da en el desarrollo cultural del niño, primero a nivel social y luego a nivel individual.

     Si bien la conciencia surge en un nivel social y luego individual,  y reconocemos que dicha formación pasa necesariamente por “procesos de intervención que son propiciados de manera cultural” (Esteban, 2010), en instituciones como la escuela,  tenemos la misión de dotar a las funciones superiores como la memoria mediadora, la atención voluntaria, y el pensamiento verbal, de actividades para favorecer su desarrollo.

     Desde el punto de vista de Jörn Rüsen donde la conciencia histórica tiene una orientación funcional para percibir, interpretar,  orientar y  motivar la acción humana, a través de darle sentido a las experiencias temporales, la manera en la que se obtiene y se perfecciona dicha conciencia es a través de la narración y sus competencias:

En otras palabras, el aprendizaje se perfecciona, cuando las competencias narrativas permiten experimentar el tiempo pasado, interpretarlo históricamente y darle uso práctico vital. En palabras del mismo Rüsen, “así la tipología ofrece una base para una teoría útil y diferente del aprendizaje histórico. Tal teoría combina tres elementos centrales de la competencia narrativa (experiencia, interpretación, orientación) y cuatro etapas de desarrollo (tradicional, ejemplar, crítico, genético)” (Cataño Balseiro, 2011: 237)


     La narración es la forma conceptual en la que las personas resumimos y expresamos la representación que tenemos de la realidad, y está sujeta a las reglas de diversos discursos que los seres humanos hemos creado a lo largo de la historia, y puede adquirir diversas formas que van desde el sentido literario al científico.
Sin embargo, los relatos no son sólo algo personal, también son un reflejo de la sociedad en la que se vive y la cultura de la que es reflejo y a veces oposición. Por lo tanto, el estudio de la narrativa puede utilizarse para explorar las subjetividades individuales y del grupo.  Esto es debido a que, como señala Murray (1999: 53), “las narraciones no son, aunque lo parezca, manantiales que emanan de las mentes individuales de las personas sino que son creaciones sociales. Nacemos dentro de una cultura que tiene preparado un caldo de narraciones del que nos apropiamos y aplicamos en nuestra interacción social diaria”. Es decir, los relatos individuales de la gente son, al mismo tiempo, personales y sociales. (Sparkes y Davis, 2003:3).

     Es en la interacción entre categorías temporales y su comprensión que los seres humanos comprendemos nuestra capacidad de “estar” en el mundo  y poder construir sobre él, para entonces proyectar esta comprensión en la solución de problemas personales o colectivos.


La autobiografía como posibilidad


Todo esto puede que sirva para curarnos de todas esas formas falsas de cultivo del propio yo, que consisten en observar dentro de nosotros mismos sin vernos, o en una peligrosa devoción hacía el capricho arbitrario (Weintraub, 1991:32)

     Hasta aquí se ha expuesto, la existencia de toda una teoría de la narrativa, que abarca tanto los terrenos de la Filosofía de la Historia como de la psicología social, así como los alcances de la misma para estudiar a la conciencia, ahora puntualizaremos  que tipo de narración es la más pertinente para propiciar la adquisición de la competencia Formación de la Conciencia Histórica para la Convivencia,  y ésta no es otra que la autobiografía. A continuación se expondrán las razones de su selección.

     La conciencia histórica,  tiene una definición que permite a la mente integrar tres dimensiones temporales: el pasado, el presente y el futuro y con ellas poder proyectar su actuación de tal manera que su yo comprenda que sus actos son resultado de una construcción histórica y la conforman al mismo tiempo.  En el caso de la «Formación de la Conciencia Histórica para la convivencia» que el Plan de Estudios 2011 solicita se desarrolle al finalizar la Educación básica, ésta se trabaja a través de un solo aprendizaje esperado que se repite tema tras tema,  y bloque tras bloque desde el cuarto grado  «Investiga las transformaciones de la cultura y de la vida cotidiana a lo largo del tiempo y valora su importancia»,   y aunque se da una selección de temas con los que se supone debe alcanzarse, es importante  señalar que una competencia tan compleja como se ha expuesto a lo largo de este apartado, si bien puede consolidarse a través del uso de la investigación,  ésta por sí misma no puede tener mayor alcance, ya que en la Formación de la conciencia histórica para la convivencia, se combinan tanto elementos de metodología histórica, como elementos meta cognitivos y morales que el alumno solo puede poner en juego a través de la reflexión de sí mismo y la relación de su yo con la Historia, y para ello debe empezar a valorar el sentido que tiene su propia existencia, la capacidad individual que cada sujeto juega en un grupo social y el papel que estos juegan en los cambios y en la evolución de las sociedades.

     El sentido histórico como nos dice Jorn Rusen (2014:48)  “implica reconocer que los cambios se presentan como resultados intencionados, como si los provocará una voluntad individual dirigida hacia una meta determinada”, de tal manera que cuando el pasado se acumula en la mente de un sujeto este puede comprender las relaciones causales de la realidad que le ha tocado vivir, y proyectarse hacia el futuro. 

    El género autobiográfico busca dejar constancia de la vida de un ser  que es al mismo tiempo personaje, narrador y autor del texto que se lee. En dicho género caben muchas formas que no deben ser confundidas con la autobiografía en “ que domina un deseo de percibir y  de darle un sentido a la vida”  como nos advierte Karl Weintraub (1991:14) la autobiografía es “un tejido en el que la autoconsciencia se enhebra delicadamente a través de experiencias interrelacionadas, pude tener funciones tan diversas como la autoexplicación, el autodescubrimiento, la autoafirmación, la autopresentación o la autojustificación”,  y deben  diferenciarse de las:  
a) Memorias: El hecho externo se traduce en experiencia consciente, la mirada del escritor se dirige más hacia el ámbito de los hechos externos que a los internos y busca dejar constancia de los recuerdos más significativos.
b) Confesiones: Son relatos de conversión, o que registran momentos de choque que detonan la introspección y generan un cambio que tiende a consolidar la personalidad de su autor. 
c) Diarios: Consignan solo acontecimientos seleccionados en el día a día, donde el autor difícilmente puede ver la evolución de su relato o la regularidad de su selección, conformada por relatos aleatorios de naturaliza diversa.  
d) Autorretratos: Son textos de tipo estático que buscan la autoafirmación. Buscan revelar la naturaleza de la personalidad, son inestables y solo buscan identificar las razones del cambio repentino en un sujeto.

     El proceso de crear una autobiografía puede resultar interesante, si se considera, que “es un relato efectuado por un narrador en el aquí y ahora sobre un protagonista que lleva su nombre y que existía en el allí y entonces, y la historia termina en el presente cuando el protagonista se funde con su narrador” (Bruner, 1991:174). Y aunque en apariencia puede resultar un ejercicio sencillo entraña una gran riqueza, pues no solo hace falta investigar como lo pide el programa de estudios, sino también confrontarse con uno mismo, crear una narración ordenadora a la vez que proyectiva “El yo cuando narra, no se limita a contar sino que además justifica.  Y el yo, cuando es protagonista, siempre está, por así decir, apuntando hacia el futuro.  Cuando alguien dice, como resumiendo su infancia «yo era un encantador niño rebelde, generalmente puede tomarse como profecía además de como resumen”. (Bruner, 1991:183)

Un requisito imprescindible para actuar sobre el mundo es conocerse primero a uno mismo o por lo menos empezar a hacerlo. 


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