domingo, 9 de julio de 2017

Un obituario para ti

Seasons don't fear the reaper,

Nor do the wind,
The sun or the rain 
So come on baby, (don't fear the reaper)
Take my hand (don't fear the reaper)
We'll be able to fly, (don't fear the reaper)
Cause baby, I'm your man...
Baby, I'm your man...
Valentine -- is done,
Here but now -- they're gone.




Blue Oyster Cult / "Dont fear the reaper". 


La manera de hacer un obituario consiste en enumerar los eventos más importantes de una vida y sirve para anunciar la muerte de un ser querido, honrando en breves palabras al fallecido. Ninguna de esas reglas se ha seguido en la redacción del que sería el texto con el que se te recordará en la comunidad gay y que ha sido publicado en el "Obituario LGTTTI Mexicano", un espacio en el que te gustaba participar y del que eras parte,  quizás porque todas ellas limitan lo que fuiste para muchos de nosotros.  Largo, nostálgico y demoledor, así ha sido el escrito de Alonso Hernández, un buen amigo tuyo que honra sin duda tu memoria.

Aquí va el mío, el cuál ciertamente será más breve, no por cuestiones estilisticas, sino por mí obvia limitación de talento literario, la cual me obliga como primer paso a sacar mi calculadora y el archivo de los recuerdos. 


JUAN EDUARDO LOZANO ORTEGA
(1973-2017) 


Juan Eduardo Lozano Ortega nació en lo que hasta hace poco se conocía como el Distrito Federal, creció en medio de un momento de transición, tanto para el país como para el mundo.  Era el ocaso del mundo socialista, del México revolucionario y de otros sueños que debieron terminar, para que comenzará una nueva época, caracterizada por el pragmatismo y la previsión a futuro. 

Juan era un hombre culto, inteligente  y generoso, el cuál gustaba de ayudar a todo aquel que lo necesitará, aveces de una manera kitsch y otras dura, pero siempre con mucho cariño, como el que siempre me demostró.  Conocí pocos detalles de su vida personal, ahora que he comprobado lo que siempre intuí,  no puedo evitar sentirme sorprendido, porque a pesar de ser obviamente un hombre muy importante, siempre tuvo muchos momentos para mí, igual para sus amigos. Para el Juan que yo conocí la muerte era una obsesión, a veces compañera de juegos, otras un agrio verdugo, pero siempre estaba ahí, tenía más de 24 años infectado con VIH, luchando, cuantificando, reflexionando, con una conmovedora solidez y disciplina, para quizás intentar comprender como es que esa enfermedad había penetrado en su vida y sigue expandiéndose.  Su existencia fue una inspiración que nos recordaba que la vida habría que vivirla a través de la objetividad y los números, cuyas cifras siempre fueron un lenguaje que le gustaba descubrir.   Sociólogo estricto, hombre sin excesos, meticuloso y ahorrador.  Amigo insuperable, lamento de corazón no haber estado ahí para tomar tu mano como siempre me pediste... pero uno siempre da la ayuda que puede dar, y yo tal vez aún no estoy listo para ofrecer mucho consuelo, pero me esforzaré más,  verás mi querido Juan. 

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