¿Por qué las personas homosexuales que en el 2015 cumplieron 30 años son tan complicadas? Porqué aunque quisiera no puedo encontrar a mi alma gemela entre mis pares, bueno la respuesta creo que es más fácil encontrarla en el contexto.
La mía la generación homosexual de los 90´s fue la generación de la transición, a nosotros nos tocó cosechar, la lucha de generaciones previas: salir del closet más fácilmente, conquistar espacios públicos, aprovechar, generar y reconstruir la percepción que de la identidad sexual nuestra se tenía.
Muchos lo hicimos quizás no de la mejor manera, probablemente muchos tomamos el camino menos serio, el menos sabio, porque nos empeñamos en reproducir estereotipos, sin mirar quienes eramos realmente.
En todo siempre hay matices y la salida del closet con valentía no siempre fue tal por temor al rechazo, en los casos más afortunados fue un murmullo que suplicaba con ternura recibir aceptación y protección. En los más dramáticos resultó un grito que rompía la noche y acompañaba las pesadillas de los que tuvieron que abandonar la célula básica de la sociedad mexicana: la familia.
Quizás los más afortunados han sido siempre los que se han empeñado en mirarse a si mismos y simplemente existir; aquellos que simplemente decidieron no complicase la vida.
Hoy los jóvenes se miran diferentes, y es que al caminar por la Ciudad de México y recordar lo que alguna vez fue el Distrito Federal, no puedo evitar recordar la manera en la que yo tomaba de la mano a mis novios. No lo hacía ni por ternura, ni por demostrar amor, era simplemente como un gesto de rebeldía, quería demostrarles (a los homofóbicos) que yo ahí estaba, que era gay y no me importaba lo que la gente dijera, que no tenía miedo, valores que muchos dirán eran muy importantes. Pero yo ahora pienso en la manera en la que los chicos se toman de la mano, no hay desafió en su mirada, no hay ese dolor que busca sobreponerse a todo, simplemente miras ternura, simplemente miras el placer de acompañarse, de acariciar con los dedos en un momento que debe prolongarse, ya no esta ese reto que acompañaba mi mirada.
Quizás nos empoderamos tanto que nos olvidamos del otro, un sentimiento muy lejano al de los que nos antecedieron y los que nos precedieron.
Los que nos antecedieron buscaron tanto al otro que rompieron los espacios y las barreras sociales hoy amuralladas más que nunca por la desigualdad social que destruye al país entero. Los que nos precedieron están construyendo relaciones que muchas veces no comprendemos y que coquetean con modelos pasados de moda, pero que son mucho más honestos que los nuestros. Espero en los próximos años nos movamos hacía un sentimiento de comunidad que solo han aprendido los que sustituyeron a su familia por una red de apoyo.
La mía la generación homosexual de los 90´s fue la generación de la transición, a nosotros nos tocó cosechar, la lucha de generaciones previas: salir del closet más fácilmente, conquistar espacios públicos, aprovechar, generar y reconstruir la percepción que de la identidad sexual nuestra se tenía.
Muchos lo hicimos quizás no de la mejor manera, probablemente muchos tomamos el camino menos serio, el menos sabio, porque nos empeñamos en reproducir estereotipos, sin mirar quienes eramos realmente.
Lo común en mi generación no fue aprender a amar, a lo sumo, llegamos a aprender a convivir con nuestro odio interno, a negociar los significados de las relaciones, a jugar con los estereotipos de género, a perdernos en una sexualidad desenfrenada que miraba solo dos extremos del éxito: tener una pareja eterna y acostarte con todo lo que te rodeará.
Tampoco lo fue abarrotar los antros de moda, ni vestir con ropa y lociones caras, pues muchas veces se tuvo que hacer liberándose de las ataduras de clase, lo cual implicó en muchos casos usar las ventajas del mercado, de aquel capitalismo neoliberal insipiente que nos ofrecía antros con las mejores canciones europeas y norteamericanas, en recintos donde los menores de edad y las clases sociales se podían mezclar en un ambiente relativamente tolerante. Drogas y prostitución, fueron algunas caras de los abusos. Todo eso cambio con las regulaciones legales, se acabaron algunos peligros, pero surgieron otros, sobre todo los relacionados con el crimen organizado.
Hoy los jóvenes se miran diferentes, y es que al caminar por la Ciudad de México y recordar lo que alguna vez fue el Distrito Federal, no puedo evitar recordar la manera en la que yo tomaba de la mano a mis novios. No lo hacía ni por ternura, ni por demostrar amor, era simplemente como un gesto de rebeldía, quería demostrarles (a los homofóbicos) que yo ahí estaba, que era gay y no me importaba lo que la gente dijera, que no tenía miedo, valores que muchos dirán eran muy importantes. Pero yo ahora pienso en la manera en la que los chicos se toman de la mano, no hay desafió en su mirada, no hay ese dolor que busca sobreponerse a todo, simplemente miras ternura, simplemente miras el placer de acompañarse, de acariciar con los dedos en un momento que debe prolongarse, ya no esta ese reto que acompañaba mi mirada.
Quizás nos empoderamos tanto que nos olvidamos del otro, un sentimiento muy lejano al de los que nos antecedieron y los que nos precedieron.
Los que nos antecedieron buscaron tanto al otro que rompieron los espacios y las barreras sociales hoy amuralladas más que nunca por la desigualdad social que destruye al país entero. Los que nos precedieron están construyendo relaciones que muchas veces no comprendemos y que coquetean con modelos pasados de moda, pero que son mucho más honestos que los nuestros. Espero en los próximos años nos movamos hacía un sentimiento de comunidad que solo han aprendido los que sustituyeron a su familia por una red de apoyo.
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