Para nadie es un secreto que la Academia Mexicana es elitista y jerarquizada. En algunos sectores, los rasgos de pertenencia a los grupos con mayor prestigio obedecen a reglas incomprensibles en los tiempos modernos, en los que supuestamente la meritocracia es, o debería ser, una categoría dominante. En esos grupos se depende del parentesco —que garantiza cierta obediencia y respeto por valores e intereses formados políticamente a través de compromisos que tienen su historia—, pero sobre todo de la lealtad al grupo en el que se es recibido. Todo esto ha sido naturalizado y revelado sin mayor empacho por académicos como Antonio Lazcano, quienes pueden ser de derecha, centro o izquierda, o bien personas sin definición clara que escriben desde sí mismas, como decía Octavio Paz. Lo cierto es que estos grupos, sorpresivamente, se han unido a uno de los bandos más tradicionales del país en la vieja pelea por los libros de texto. Lo han hecho por razones aparentemente distintas, pero que con...