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El día que aprendí a amar el trabajo

Casi nunca hablo de mi papá, aunque a pesar mío y muy probablemente suyo nos parecemos bastante. A él le debo uno de los recuerdos más felices y significativos de mi vida. 

Tendría cuatro años entonces, mis papás a su manera se estaban despidiendo de mí, mi entrada a la escuela era inminente y con ella iniciaría una despedida que no ha dejado de prolongarse, así que tanto mamá como papá compartieron conmigo lo más significativo de su vida. 

Mi padre fue obrero por más de 40 años, pero a diferencia de muchos obreros y profesionales, mi papá amaba profundamente su trabajo, y puedo afirmar con mucho orgullo que en todo el tiempo que trabajó, jamás llegó tarde.  En un día cualquiera, tomó mi pequeña mano entre sus callosos dedos y me llevo a lo que sería su segundo hogar, su fabrica; donde cada hora y cada jornada, cargaba de una orilla a otra de una nave industrial, 40 kilos de cartón, cuyo propósito era preparar los empaques de las piezas de vidrio que vendía su fabrica. Yo como juego le ayude con lo que podía un pedazo de cartón que papá cortaba para mí, o una caja pequeña, yo corría simulando hacerlo mejor que él, ante lo cual el solo me miraba sonriendo... lo hice tantas veces como pude porque en algún momento del día me quedé dormido y desperté en el camión que nos llevaba a casa ahora con mi papá durmiendo plácidamente a mi lado. No sé si me explicó, el trabajo que mi papá hizo con una sonrisa,  cargando cientos de veces el peso de su propio hijo, logró vencer mi energía y no importando el cansancio que eso pudiera significar, cuando caí rendido sin darme cuenta, al terminar su trabajo mi papá me llevo cargando al camión que nos lleva a casa, solo entonces él decidió descansar también.  Y lo hizo con tanto cuidado que solo me desperté al final del trayecto, donde una vez más me tomo en sus brazos para llegar a casa. 

Ese día aprendí que trabajar no era un juego, y que si uno iba a hacer algo tan difícil debía amarlo profundamente... 

De Izquierda a derecha, mi hermano, papá y yo. 




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