sábado, 10 de septiembre de 2016

La convivencia como reto de la enseñanza de la historia en la educación básica mexicana




 Los programas educativos no surgen de la nada, muchas veces buscan resolver problemas creados por las contradicciones internas de los países donde se originan y otras más,  son resultado de las  necesidades que le son ajenas y que se introducen con la ambición de formar parte de un juego mundial, que cada día parece apostar más por la conversión del ser humano en un consumista bien informado y un ciudadano que reconozca solo aquellos beneficios,  que le  llevaran a las urnas a consolidar con su voto,  la llegada de los aparatos institucionales que garantizarán el funcionamiento del mercado.  

     Con  el  shopping (con este anglicanismo se designa a la tendencia que en América Latina han tenido las políticas educativas, para incrementar la oferta de escuelas privadas o la introducción de la calidad como concepto educativo y eje de la gestión escolar)   al que se reduce  «la educación para la vida» ((life long learning for all)  se abre también la llegada de un discurso que debe reconciliar una condición humana cada vez más compleja,  con una realidad material mucho más limitada y pobre;  cuyas contradicciones han generado individuos sin necesidad de memoria, pero con economías que dependen de un turismo cultural, que se promociona  en los ordenadores que cumplen el papel de contenedores de datos,  cuya utilización es tan peligrosa como esencial. ¿Qué papel tiene el pasado,  ante un presente que parece precipitarse a un futuro sin final feliz? Abandonar y denunciar la pretensión de qué el conocimiento  histórico,  fuera  la amalgama para que los individuos;  se reconocieran como herederos de un principio común,  y participes de un destino colectivo al que debían marchar juntos,  guiados por un líder mesiánico, que aplastará sin contemplación a los enemigos de la tendencia ideológica mayoritaria, es un triunfo de la historiografía del siglo XX, que busca  llevarse a las escuelas con una didáctica que mire el potencial que la enseñanza de valores adquiere en las clases de historia, para consolidar una identidad personal que reconozca al otro como individualidad tan valiosa como la propia, y con una circunstancia particular producto de su tiempo.


      La misión que se le ha otorgado a la Historia en el curriculum mexicano habla por sí misma, la educación básica debe  formar la conciencia histórica para la convivencia, una nueva competencia que aparece como una tarea más,  pero que encarna en sí misma las funciones que el Estado nacional siempre le asignó a la historia y  otras  que el pensamiento crítico nos permite soñar,  para  convertir a la historia en una herramienta para buscar un desenlace distinto al que nos ofrecen las condiciones actuales. 


Uno de los grandes paradigmas de la Historia lo representa sin duda el que en el año 1989 existieran dos realidades;  la primera terminando y la otra en un aparente apogeo.  Ambas a la luz de los modernos procesos económicos parecen contradictorias,  sin embargo como veremos anuncian la llegada de la globalización; ese año comienza la destrucción del bloque socialista y al mismo tiempo la hegemonía del modelo Neoliberal y todas sus contradicciones, entre las cuales la violencia y su combate encuentran un lugar privilegiado.

     La nueva fase del capitalismo estaba llegando,  el neoliberalismo prometía erradicar las injusticias terminar con la falta de eficacia gubernamental y con ese monstruo burocrático en el  que parecía haberse convertido el estado de bienestar, la destrucción del socialismo parecía que llevaba consigo el triunfó de pensadores liberales que veían en la democracia y la libertad las características más importantes  de la organización social,  que incluso prevalecían sobre la satisfacción de las necesidades elementales. 

     Así democracia y liberalismo se conjuntaban en una realidad que puso de manifiesto la crisis soviética y de un bloque solitario de países,  y es que ya ningún país podría sobrevivir solo.   La globalización nos había alcanzado.

     Dentro de las metáforas que intentan explicar la globalización quizás las más brutales y confusas sean la «aldea global» y la «fábrica global».   La primera alude “al rompimiento de las fronteras,  a las posibilidades de la comunicación entre individuos situados en continentes distintos, en la inmediatez del intercambio informacional, a la posibilidad de establecer redes  y conformar interacciones que antes no podrían haberse dado  a no ser por las posibilidades de la globalización y su renovación tecnológica”  (Ianni,1996:16). La metáfora de la «fabrica global» hace referencia a una transformación cuantitativa y cualitativa del capitalismo, alienando y restringiendo formal o realmente las otras formas de organización  social y técnica del trabajo, de la producción y reproducción ampliada del capital.

     La globalización por tanto no es posible sin una educación que la acompañe y posibilite no solo el intercambio de información, sino su desarrollo e innovación. Así en este panorama mundial unipolar donde el capitalismo se asoma como la única opción, es que han surgido opciones educativas que pretenden dar respuesta  a una sociedad compleja y que se desarticula constantemente. Y es que lo queramos o no, el neoliberalismo no ha sido la solución a los grandes retos que hemos heredado de la historia: la desigualdad la marginación y el hambre de millones de personas alrededor del mundo están ahí para recordarnos que a pesar de los logros de nuestra civilización aún tenemos muchas contradicciones que resolver. Pues en términos generales hemos desarrollado lugares donde se tiene de todo y a todas horas y otros donde la vida recuerda a las sombras del neolítico



     Tiempos posmodernos,  donde los sujetos deben reencontrarse a sí mismos,  ya que todo lo sólido se desvanece en el aire como sabiamente supo reconocer  Mashall Berman (1988),  y  el hombre posmoderno se abre paso entre nosotros armado con:

·         El individualismo: El posmoderno desconfía de las instituciones y afirma su independencia. Se muestra indiferente a las cuestiones de la vida colectiva y prefiere retirarse a su vida privada. Es una actitud que lleva a la soledad ya la insolidaridad.
·         La falta de utopía, de esperanza en conseguir un futuro mejor que el presente. La persona posmoderna no cree en la posibilidad de cambio y transformación, prefiere sacar el máximo provecho del presente, vivir al día y pasarlo bien.
·         Prescinde de las normas y valores para entregarse al disfrute de lo inmediato siguiendo los impulsos y las pasiones. En la posmodernidad no manda la razón sino el sentimiento. El final de este cambio es la cultura del vacío.
·         El pensamiento débil. Con esta expresión se designa la falta de principios y criterios conexionados. Se posee un saber televisivo, de datos aislados, pero no conocimientos sistemáticos. Abandonando todo sistema de ideas o valores fundado en una explicación coherente de la vida, faltan referencias y se corre el riesgo de ver el mundo como un laberinto sin sentido donde se encuentra uno desorientado.  (Gil Martinez, 1999:22).   

     Por su parte, el informe Delors (1996) sintetiza  los retos que para alcanzar el desarrollo en el siglo XXI deberán superar los países para lograr la equidad, responder a la mundialización de los campos de formación y  la comunicación universal.   Según este documento el progreso se halla en la resolución  de varias tensiones:
·         Tensión entre lo mundial y lo local
·         Tensión entre lo universal y lo singular.
·         Tensión entre la tradición y la modernidad
·         Tensión entre el largo plazo y el corto plazo
·         Tensión entre lo indispensable competencia y la preocupación por la igualdad de oportunidades.
·         Tensión entre el extraordinario desarrollo de los conocimientos y las capacidades de asimilación del ser humano.
·         Tensión entre lo espiritual y lo material. (Delors 1996:16)

     Para lograrlo se propone un enfoque llamado educación para la vida (life long learning for all):
“nos parece que debe imponerse el concepto de educación durante toda la vida con sus ventajas de flexibilidad, diversidad y accesibilidad en el tiempo y el espacio. Es la idea de educación permanente lo que ha de ser al mismo tiempo reconsiderado y ampliado,  porque además de las necesarias adaptaciones relacionadas con las mismas mutaciones de la vida profesional, debe ser una estructuración continua de la persona humana, de su conocimiento y sus aptitudes, pero también de su facultad de juicio y acción.  Debe permitirle tomar conciencia de sí misma y de su medio ambiente invitarla a desempeñar su función social en el trabajo y la ciudad” (Delors,  1996:20).

     Responder a una educación para la vida solo es posible mediante la implementación de cuatro pilares, que no son más que ideas a través de las cuales se puede dar coherencia a la tarea educativa y que de manera general forman el mundo de las competencias, enfoque tan en boga hoy en día.
·         Aprender a conocer, combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo que supone además: aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.

·         Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional, más generalmente una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.

·         Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.

·         Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menos preciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitudes para comunicar (Delors,  1996:109):

     Aunque en educación muchas veces dejamos de lado la parte actitudinal, para priorizar otras metas,  llama  la atención que las dos últimas dimensiones a las que se refieren Delors y los demás  autores del informe a la UNESCO para la educación del  siglo XXI, se le  dé precisamente a la educación de la personalidad y su desarrollo un lugar tan importante. 

      La construcción del sujeto (aprender a ser)  y  su interacción con los otros (aprender a vivir juntos), no han entrado por casualidad a formar parte del universo discursivo de la nueva etapa neoliberal, por un mero capricho. Sino que obedecen a una tensión  que ya insinuaban los detractores de dicho modelo, y que por supuesto de manera muy tenue se anunciaba en el informe Delors, y que no es otra que la tensión entre centro-periferia,  que genera una desigualdad programada:

El mercado absolutamente libre funciona como una ideología, un mito y una influencia restrictiva, pero nunca como una realidad cotidiana. Una de las razones por las que un mercado totalmente libre no es una realidad cotidiana, si es que alguna vez fuera a existir, es que volvería imposible la acumulación incesante de capital. Esto puede parecer una paradoja, porque es cierto que el capitalismo no puede funcionar sin mercados, y también es cierto que los capitalistas dicen con regularidad que están a favor del libre mercado. Pero los capitalistas necesitan, de hecho, mercados no completamente libres sino mercados parcialmente libres (Wallerstein, 2005:58) (…) El nivel de demanda efectiva se ve afectado primariamente por la distribución del ingreso. Obviamente, cuanto más dinero tenga cada comprador, más podrá adquirir. Este sencillo dato crea un dilema inherente y continuo para los capitalistas. Por un lado, desean maximizar sus ganancias tanto como sea posible, y por ende desean minimizar la cantidad de excedente que los demás reciben, por ejemplo, sus empleados. Por el otro lado, al menos algunos capitalistas deben permitir la redistribución de la plusvalía creada, o, caso contrario, habría muy pocos compradores para sus productos. Por eso, por lo menos en forma intermitente, al menos algunos productores tienen que favorecer el incremento salarial de sus empleados a fin de crear una demanda más efectiva (Wallerstein, 2005:59 )













    


 Y  cuyo resultado no deseado es la violencia y la criminalización de la población y es que como explica Bauman, la desregulación y flexibilización del mercado laboral genera mucha más pobreza y desigualdad que la que pretende revertir:

Bourdieu observa que el Estado de California, elogiado por ciertos sociólogos europeos como el paraíso mismo de la libertad, dedica a la construcción y el mantenimiento de las prisiones un presupuesto que supera de lejos el total de los fondos públicos asignados a la educación superior. La cárcel es la forma máxima y más drástica de restricción espacial. También parece ser la principal preocupación y el centro de atención del gobierno por parte de la elite política al frente de la "compresión espacio-temporal" contemporánea. El confinamiento espacial, el encarcelamiento con diversos grados de severidad y rigidez, siempre ha sido el principal método para tratar con los sectores no asimilables de la población, difíciles de controlar y propensos a provocar problemas. (Bauman, 2001: 135)

     La escuela refleja a la sociedad en dos sentidos, primero como parte de ella y a la vez como su resultante (Ianni, 2003).  Esto significa que una nación no puede aspirar a una mejor educación que la que su propia realidad histórica determina, o dicho en términos sociológicos, el proceso de socialización de los alumnos es resultante de la interacción con el medio. 

      La adolescencia, una posición social que también es determinada por el tiempo y la cultura como señala Giséle Tesier (2000) es una etapa de negociación entre la cultura joven y la cultura adulta donde “el sentimiento de identidad, reorganiza el propio yo, requiere tiempo y tiene un costo. Numerosos autores han mostrado, como adolescentes con identidad confusa cimentada a partir de experiencias negativas (desconfianza básica, acompañada de una rabia precoz) han buscado refugio a sus incertidumbres y a sus angustias en gurús, lideres o cualquier ideología hecha” (Tesier, 2000:38).  Y donde muchas veces los jóvenes no encuentran respuestas adecuadas y caen en extremismos y la delincuencia.

      «Vivimos tiempos violentos», es una expresión bastante socorrida por la mayoría de las personas,   pero en sentido estricto ¿qué significa ser violento?;  para Fernando Vidal Fernández, la violencia “es toda acción ejercida sobre un ser humano para  disminuir su ejecución (Vidal Fernández, 2008:57) sin embargo como lo veremos más adelante parece existir  un acuerdo entre los estudiosos en que la violencia significa manipular y someter a los otros por las vías que sean, la definición de violencia en un mundo como el nuestro marcado por el posmodernismo se vuelve necesaria, en una sociedad que observa enfrentamientos  entre grupos de manera constante, hasta incluso verlos como algo normal, en que los instrumentos de la guerra son cada vez más mortales  y en que  la gente comienza a preguntarse por las causas que han originado este panorama.

      El México del siglo XXI está formado por distintas caras;  la pobreza, la emigración, los grandes monopolios, y la guerra contra el narcotráfico  son sólo algunas facetas que caracterizan hoy en día a una nación compleja, que  paradójicamente es capaz también de producir grandes fortunas  y que en palabras de Carina V. Kaplan y Sebastián García (2008) apenas comienza a preocuparse por la violencia escolar.

      Una versión conservadora ha calculado que durante el sexenio de Felipe Calderón –sexenio en el que fue impulsada la Reforma integral de la Educación Básica que culminaría con el acuerdo 592 y el plan de estudios 2011- habría más  de 50, 000 muertos, solo en la llamada guerra contra el narcotráfico, y es que ahora podemos reconocer una realidad que apenas ha empezado a esbozarse en nuestro devenir histórico, la violencia que se ejercía y practicaba en nuestras escuelas, no solo existía como autoritarismo, sino que tenía diversas expresiones que estaban ahí y nos negábamos a ver.

     En  su edición del 19 de Febrero de 2007 la Revista Emeequis  publicó un artículo en el que se reportaban amenazas de muerte a profesores, adicción a drogas, intentos de violación entre adolescentes, bandas juveniles de narcomenudeo, agresiones sexuales  y una severa violencia intrafamiliar en las escuelas secundarias  del centro histórico de la capital mexicana (Padgett, 2007).  Hoy en día,  ese mismo panorama parece reproducirse en todos los estados del país a niveles alarmantes. Provocado una serie de reacciones que van desde la aceptación institucional por parte del que fuera ministro de educación el maestro Alonso Lujambio Irazábal de la presencia de 370 hechos de violencia contra las escuelas, como balaceras y secuestros, hasta la exigencia de parte del SNTE, de la creación de leyes que castiguen a los que vulneran la seguridad de las aulas (Gallegos Valle, 2011).

     Los tiempos violentos de los jóvenes, según Graciela Morgarde (1999) se expresan además en una condición,  donde los  varones deben mostrar una imagen de fuerza,  poder y autoridad, al mismo tiempo que el desempleo y la precarización de la vida, les impiden cumplir con las responsabilidades que el machismo les asigna,  y que  se combinan con el consuelo en el  abuso de sustancias y el mandato de la intrepidez y la pseudo-valentía frente a los peligros. A las mujeres se les pide ser independientes, tener autocontrol  y seguridad, al mismo tiempo que se suman los riesgos y consecuencias de los embarazos no deseados.

      Presionados por un mercado que cada vez se expande aún más y cuya característica principal es ser tremendamente conservador y frívolo, es un garante para ejercer una presión sobre los rebeldes e inconformes, tendiendo a neutralizarlos o absorberlos mediante productos prefabricados  (Goodman, 1962).

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