lunes, 12 de septiembre de 2016

La luchas por la historia, la formación del discurso moral y el triunfo de la historia total


Al interior de cada campo de conocimiento se libran batallas que el gran público difícilmente puede percibir, y la Historia no es la excepción.  Algunas de sus guerras se han hecho  a través de la filosofía y muchos combates a muerte,  involucran a  la pedagogía y se  extienden sobre el terreno de la didáctica.

      Aunque otras  gestas son más silenciosas y oscuras, e  implican pactos políticos,  los resultados afectan vidas de maneras no previstas.  Ya que la enseñanza al menos en la escuela pública mexicana,  a partir de la creación de la Ley General de Educación (1993)  y del Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB, 1992), genera un currículo nacional, condición que propicia que las luchas ideológicas propias de ciertos sectores académicos sean cultivo para imponer una visión del mundo, eliminando otras.

      La Ciencia se construye a través del tiempo, y su  conocimiento es  por definición acumulativo; se va sucediendo de manera que es posible construir un discurso que explique un aspecto de la realidad.  Toda ciencia define entonces un objeto de estudio, una metodología para acercarse a él y una discusión en su interior para validar los hallazgos que le dan sentido a ese campo de estudio.

      Según Jacques Le Goff (1991:31)  existen por lo menos dos historias, “la de la memoria colectiva y la de los historiadores”, la primera pertenece a la construcción social que se origina en los mitos y es deformada por la transmisión que se hace de ella, la segunda es el resultado de la confrontación entre el presente el pasado, y busca una comprensión de la realidad a través del descubrimiento de un panorama lo más completo posible del tema a estudiar.

       La historiografía (Historia de los relatos históricos y sus autores) nos enseña que la nuestra no es una disciplina joven, todas las culturas de la antigüedad han tenido al menos algunas manifestaciones remotas de estudios del pasado y explicaciones que le den sentido a la memoria que han construido,  y en la cual aparecen aspectos que desde sus orígenes han preocupado a los individuos que los han observado y que en el momento actual cobran especial importancia;  ¿todos los relatos cuentan la verdad? ¿el relato  debe contar hechos o interpretarlos?

      La Historia nace como tal a partir de la aparición de la escritura, en la región de la Media Luna fértil que recorre Mesopotamia y Egipto, y desde origen cobró distintas formas.  La crónica, las memorias, los anales, son solo algunos géneros que ayudaron al hombre,  a conocer un tiempo circular que se repetía cada tanto para las culturas orientales, o resultaba lineal e irreversible para griegos y romanos (Salmon, 1968). Aunque Hecateo de Mileto sea considerado como el primer historiador, vemos en él una discusión, que acrecentaría en las obras de sus predecesores, Heródoto y Tucídides.  El primero al reconstruir las guerras médicas, aclara que realizará comentarios sobre los sucesos narrados, pero solo lo hará para calificar la intervención de los dioses como decisiva y da pie así a una explicación poco racional, aunque distingue ciertamente que existe una causalidad histórica diversa (Salmón, 1968). En cambio Tucídides  centra sus investigaciones en el hombre y rechaza cualquier explicación irracional “En cuanto al relato de los acontecimientos de la guerra, para escribirlo no me he creído obligado a fiarme ni de los datos del primer llegado ni de mis conjeturas personales: hablo únicamente como testigo ocular o después de haber hecho una crítica lo más cuidadosa y completa posible de mis informaciones” (citado en Salmón, 1968:17).

      La cuestión de cómo construimos la explicación del pasado no es una cuestión menor y es a la vez un referente y una construcción cultural, que en el campo simbólico se mueve para ayudar al hombre a comprenderse así mismo, y ser el mayor configurador de la identidad de los sujetos.  Para los antropólogos  el signo distintivo de la humanización reside en el culto a los muertos “es decir, en la evidencia de la capacidad de representarse un futuro, de recordar lo pasado, de construir signos para significar lo ausente” (Martínez-Shaw, 2004:49).   Sin embargo, la Historia al dar sentido a la memoria colectiva, forma una moral, contiene una ideología, y se basa en reglas culturales, como agente de construcción de dicha identidad a la Historia se le ha asignado muchas veces la misión de ayudar a  formar la ética individual  o construir la  pública, misión que en el siglo XIX se exacerbaría con la construcción del nacionalismo y las conflagraciones mundiales.    

      La primera referencia hacia los poderes formadores de la Historia se encuentran en Polibio,  para el cuál la “verdad histórica  debía servir a la formación política y moral” (Salmon, 1968:19),   además de que  tenía una triple función social : “constituía una fuente de instrucción moral, cívica  y religiosa, contribuía a la educación de los gobernantes en su calidad de magistra vitae y espejo de lecciones políticas, militares y constitucionales; y proporcionaba un entretenimiento intelectual para los cultos (los pocos que leían) y servía de apoyatura y soporte para el aprendizaje de las artes retóricas y oratorias, claves para la vida grecorromana” (Moradiellos, 1994:25). 

      También en tiempos romanos Cicerón nos habría recordado que para hacer historia se debía seguir un método:

No decir nada falso,  atreverse a decir todo lo que es verdad, evitar la sospecha de parcialidad, favor u odio,  respetar la sucesión cronológica, el orden de los acontecimientos y, por ende,  mencionar las fechas. Esta poética de la historia debe prefigurar una filosofía de la acción guiada por una moral pragmática, cuyos principios esenciales son la prudencia (prudentia) y la justicia que tiene fundamento en la lealtad (fides): “El fundamento de la justicia es la buena fe, es decir, la fidelidad y la sinceridad en las palabras  y los compromisos asumidos(…) la buena fe (fides) ha recibido ese nombre a causa de la expresión: hágase (fiat ), ha recibido este nombre a causa de la expresión: hágase (fiat) lo que se ha dicho (dictum)”, para terminar el lazo social se consolida mediante la exaltación de una forma antigua de patriotismo: “Si se examinan bien todas las cosas con los ojos de la razón y el corazón, entre todos los vínculos sociales, ninguno es más importante y apreciado que el existente entre cada uno de nosotros y la República.  Nuestros padres nos son queridos, y queridos son nuestros hijos, nuestros allegados, nuestros amigos, pero sólo la patria abarca nuestros afectos por todos ellos; y por ella, ¿qué hombre de bien vacilaría en ofrecerse a la muerte si ello redundará en su beneficio”. (Dosse, 2003:81).


      Ese pragmatismo moral tan presente en Polibio tendrá un buen periodo de descanso, no tanto porque se pierda el sentido de su utilización en la socialización de los individuos, sino porque durante la Edad Media, la historiografía, perderá de vista la verdad como construcción de acción individuales, para ofrecer un panorama mucho menos terrenal, el historiador de la edad media era un hombre de la iglesia, que ofrecía sus servicios a la contemplación de la voluntad divina (Moradiellos, 1994:26). La crónica y la biografía serán otros géneros cultivados en la época, como se aprecia en la obra de Juan de Joinville el cuál comienza a alejarse un poco de esta visión reduccionista, practicada por los historiadores de la época, ya que en muchos casos los cronistas servían como publicistas de una aristocracia guerrera a la que no le temblaba la mano para reprimir a los campesinos, cuya vida era ignorada era estigmatizada en cada uno de sus textos (Dosse, 2003).

      Durante el renacimiento se concibió una nueva manera de entender el tiempo y  la historia, es ahí donde se crea la división en edades de la historia (Antigua, Media, Moderna)   Nicolás Maquiavelo cuya obra es eminentemente política, diplomática, y militar, buscó abandonar el estilo moralizante y religioso, “pero con la intención de enseñar lecciones políticas a los gobernantes y de legitimar derechos adquiridos o pretendidos  por la república” (Moradiellos, 1994:28) a esta interesante manera de hacer historia basándose en documentación archivística oficial, se le ha llamado realismo amoral maquiavélico.

      Heredando de la ilustración una concepción del tiempo como factor de progreso, el siglo XIX, vio nacer a la Historia moderna de la mano de Leopold Von Ranke, quien inauguro el nuevo “método histórico crítico, basado en el examen y análisis de fuentes históricas materiales y su posterior utilización sistemática como base de una narración que debe revelar, como mínimo con alguna probabilidad, las conexiones generales entre los acontecimientos” (Moradiellos, 1994:32).  

      El historicismo (Creencia de que el tiempo histórico avanza con sus propias leyes, las cuales son distintas del tiempo físico y depende de las circunstancias que generan hechos particulares e irrepetibles, analizados de manera hermenéutica)   y el Positivismo (Creencia de que al igual que en las ciencias naturales, era posible encontrar las leyes generales que regularán el devenir histórico y predecir su curso), se encontraron temporalmente con otra mucho más poderosa, el marxismo que veía el origen de la evolución histórica en la contradicción de las clases sociales y exponía una explicación estructural de los hechos.  El nacimiento de la educación primaria obligatoria, que surgió en varios países  como Belgica (1831), Italia (1848),  y España (1876), permitió el triunfo de la historia positivista o historia de bronce que buscaba exaltar a individuos  y convertirlos  en héroes nacionales.   Esta última, manejando las formas de la literatura romántica   se utilizó  para favorecer la consolidación de un Estado fuerte, y una concepción de superioridad que justificará la conquista y sometimiento de otros pueblos.

      La historiografía decimonónica,  inaugura  un debate que continua hasta nuestros días y que yo resumiría de la siguiente forma, la historia de bronce o positivista género una manera de explicar el presente que si bien logró los objetivos que se proponía, como generar la identidad nacional  y la unidad solidaría que toda nación necesita para desarrollarse en un Estado democrático;  falló en reducir  su análisis de  la realidad a aspectos políticos y en impulsar el odio y el desconocimiento del otro, para privilegiar el culto a ciertos individuos e ideas xenófobas;  aspectos que se combinaron de manera terrible en la primera y segunda guerra mundial, y cuyo resultado ha sido reducir de manera paulatina los efectos de esa exaltación patriótica. Ante esto se buscaron en el siglo XX, nuevas alternativas metodológicas, y el triunfo definitivo al menos para el programa de historia de la educación básica mexicana, ha sido para la escuela de los annales o también llamada Historia Total o Nueva historia.

      En el texto Obertura: La nueva Historia, su pasado y su futuro, Peter Burke (2003)  se plantea definir esta corriente historiográfica, el autor  recurre  a un ejercicio de los teólogos medievales,” definir a Dios por lo que no es”, así encuentra siete puntos que caracterizan a la historia tradicional y de los cuales se haya ajena la Nueva Historia.

  • ·         Mientras la historia tradicional centraba  su análisis en la política, la nueva historia busca la totalidad del conocimiento de la realidad.
  • ·         Para la Historia tradicional lo importante es la narración del hecho (la construcción metodológica mediante fuentes objetivas) para la historia nueva lo importante son las estructuras, lo cual necesariamente abre luz sobre nuevas realidades de abordar y explicar los eventos históricos.
  • ·         La Historia tradicional mira el tiempo desde “arriba”, desde la visión de las élites y de los gobernantes, mientras que para la nueva historia lo fundamental es explicar la realidad a través del estudio de la vida cotidiana y los sujetos que día a día forman el entramado social.
  • ·         Mientras que para la Historia tradicional la Historia se construye con fuentes escritas de tipo oficial, hoy en día vemos que cada vez están en uso un mayor tipo de fuentes (incluidas las orales) que se utilizan en la elaboración del discurso histórico.
  • ·         La causalidad histórica ha dejado de atender a la individualidad, y mira hacia las cuestiones de manera mucho más colectiva.
  • ·         La nueva Historia se abre paso hacía el relativismo cultural como algo presente y deseable.
  • ·         La Historia es un trabajo de profesionales que recurren a otros profesionales para explicar la realidad. (Burke2003:8) 
      A esta nueva caracterización de la historia,  habría que agregar que ahora se habla de ciencias históricas para referirse a la especialidades que han surgido con este nuevo paradigma (Historia del arte, Historia económica, Historia de las mujeres, etc.), y también que la llegada de esta corriente, la escuela de los annales,  ha significado un replanteamiento didáctico importante, que tiene como centro de reflexión, el reconocimiento de que la historia, es un tipo de conocimiento cuya naturaleza conceptual, exige un tratamiento particular.

      Al igual que la verdad en la ciencia misma,  el aprendizaje de la Historia es por definición acumulable, los alumnos van armando su conocimiento  desde sus primeros acercamientos con  la materia, superando deficiencias en el medida en que se les presentan nuevas tareas y son capaces de afrontarlos con éxito.

      La  Historia como tal, se nos diluye,  porque no es un conocimiento que se pueda formar de manera concreta, su construcción mental necesariamente es teórica y abstracta y no por ello subjetiva, sin embargo es imposible que a un alumno de secundaria le caiga  una manzana en la cabeza al estar meditando distraídamente y diga: ¡Oh, Dios Mío!,  ¡¡¡¡Francisco José I, nació en el palacio de Schönbrünn, cerca de Viena, el 18 de agosto de 1830, y además fue el primer monarca Habsburgo al que su pueblo intento  asesinar !!! ( Lleixá, 1979), como se supone le paso a Newton al descubrir la gravedad. 

      Según algunas investigaciones el pensamiento formal,  se alcanza en el caso de la Historia a una edad mayor,  que,   por ejemplo,  en las matemáticas o las ciencias (Carretero y Limon, 1995) y  ubican su aparición  entre los 16 y los 17 años (Hallan, 1997), pese a ello lo que se pretende actualmente es que los alumnos estudien la Historia en la Escuela Secundaria en  toda su complejidad  explicativa, al mismo tiempo que se desarrolla el gusto por ella,  que  un alumno razone la Historia en la misma medida en que la reconstruye.   Es decir tiene que usar la recapitulación constante de lo que aprende para armar de forma cronológica y causal tanto los procesos como los hechos,  así la comprensión de la Historia se puede estimular enfrentando a los alumnos con tareas complicadas, después de proporcionar métodos adecuados y preparar el terreno en el que habrá de armarse el nuevo conocimiento es decir es necesario el uso de  los llamados conocimientos previos.

      La primera vez que la “Historia Total” se impuso en México sobre otras escuelas historiográficas como el Neo Marxismo, la Criometría norteamericana, o el positivismo  fue en el Plan de Estudio 1993 para la educación Secundaria. En dicho documento puede leerse “El restablecimiento de la enseñanza de la Historia como asignatura especifica permite organizar el estudio continuo y ordenado de las grandes épocas del desarrollo de las grandes épocas de la humanidad, los procesos de cambio en la vida material, las manifestaciones culturales y la organización social y política”, todas ellas características de la escuela de los annales.

     El currículo 1993 estaba formado por 11 materias a cursar en tres ciclos y 35 horas semanales.  Constitucionalmente se consideraba a la secundaria  como el último tramo de la educación básica y obligatoria. Dicho documento es  producto de un gobierno neoliberal y priísta,  el de  Carlos Salinas de Gortari.   Esta situación que podría parecer inocua, cobra una importante relevancia al analizar los objetivos sociales que postulaba.

       En primer lugar pretendía responder a la obligatoriedad de la Educación Secundaria y su ubicación como último tramo de la educación básica, condiciones que eran nuevas en el nivel, y que sólo se presentaron en la última década del siglo XX en un contexto que debía entenderse  como de un profundo cambio social, donde las actividades económicas y los procesos de trabajo evolucionaban hacia niveles más altos y formas de organización más flexibles y democráticas en un México inmerso en el proceso de modernización, cuya consolidación permitiría alcanzar; la prosperidad y  la equidad en un régimen democrático avanzado, con un ciudadano seguro y tolerante en la convivencia social,   responsable y previsor con el medio ambiente y sus recursos (SEP, 1993).

     Desde este punto de vista la mejor forma de alcanzar este estado idílico era a través de  la consolidación de los conocimientos, habilidades y valores,  que  directamente generen la autogestión, y a futuro garanticen  el  desarrollo  eficaz en el mundo profesional (SEP, 1993).

      El carácter utilitario de este tipo de conceptos deja abierto un claro debate sobre si esta es realmente la sociedad  que pretendemos construir. 

      Kieran Egan (2000), plantea un interesante análisis sobre los objetivos de la escuela en su libro “Mentes Educadas”, ahí  lanza una  pregunta, ¿realmente es posible un currículo que intenta integrar: 1) El ideal de Platón representado actualmente en los  conocimientos (asignaturas)  cuyo propósito es formar alumnos críticos y comprender el mundo como realmente es,  donde la preocupación central es definir cuáles son las mejores disciplinas para potenciar la mente,  2) La educación para la vida,  es decir la  Socialización; qué significa generar en los alumnos valores, aptitudes, normas y creencias que garanticen un desenvolvimiento social comprometido con un grupo  y un momento histórico determinado,   el “aprender a ser”.    3) El punto de vista de Rousseau que ha evolucionado en  Métodos de enseñanza que tomen en cuenta el tipo de alumno, así como aquellos que permitan diagnosticar y potenciar la comprensión y el aprendizaje que caracterizan a las distintas edades? 

     La conclusión del autor contrariamente a la opinión de muchos, es que no.   Y esto obedece según su análisis a que los tres objetivos son incompatibles entre sí;  la educación para la vida, necesariamente condiciona a los sujetos en un amalgamiento social que apunta hacia conceptos pragmáticos cuyo fin es estimular la producción y la interacción social, sin embargo un alumno crítico no trabaja con la misma felicidad que uno que no lo es, es más, un maestro completamente guiado por el ideal de la Republica, según las palabras del autor, consideraría educativamente inadecuado –por no decir despreciable-  formar a un ciudadano socializado, práctico y de mundo, ya que el ideal es no ser esclavos de las ideas convencionales.  Aceptar el ideal de Rousseau conlleva también otro problema con respecto a la socialización, para poder desarrollar en el niño un ambiente agradable con métodos acordes a su edad, los teóricos que lo han defendido indican que se debe retrasar la socialización para potenciar “el crecimiento libre de los niños” (Goodman, 1970), aunado a esto se puede mencionar que mientras la socialización intenta  homogenizar  a los sujetos en una   unidad, “el desarrollo pleno del potencial del estudiante implica liberarlo para que explore y descubra su individualidad” (Egan, 2000: 40).   El asunto entre Platón y Rousseau, es igualmente contradictorio, ya que aparentemente uno representa el qué y el otro el cómo, sin embargo ambos tienen una disyuntiva irreconciliable, los representantes del segundo han plateado la eliminación de ciertas asignaturas por no ser adecuadas para el desarrollo cognitivo del niño.   Ciencias como la historia y la geografía han sido blanco de estos argumentos.  Sin embargo,  los neoplatónicos opinan lo contrario, en fin no parece nada fácil reconciliar los objetivos con los medios.

    El  Plan y Programas (SEP a, 1993) reservaban para  el  aprendizaje de la Historia  una formación de tres años y  una carga horaria de tres horas semanales  donde se pedía:

·   Que los alumnos identifiquen los rasgos principales de las grandes épocas del desarrollo de la humanidad y las principales transformaciones que han transcurrido en la vida material,   en las manifestaciones culturales, la organización política, el desarrollo del pensamiento científico y tecnológico.

·    Que los alumnos en el momento de estudiar los procesos  sociales de las grandes épocas que han marcado el desarrollo de la humanidad y algunas formaciones sociales específicas desarrollen y adquieran la capacidad para identificar procesos sus causas antecedentes y consecuencias, así como la influencia que los individuos y las sociedades y el entorno natural ejercen en el devenir histórico.

·   Que a partir del estudio de la historia los alumnos desarrollen habilidades intelectuales y nociones que les permitan comprender la vida social actual. En especial los alumnos deben saber:

·         Utilizar los términos de medición empleados en el estudio de la Historia como son siglos, etapas, periodos y  épocas.  Aplicándolos a diversas situaciones del desarrollo de la humanidad.

·         Identificar la influencia del entorno geográfico en el desarrollo de la humanidad y las transformaciones que el hombre ha realizado en el mismo,  a lo largo de la Historia.

·         Identificar y analizar procesos de cambio,  continuidad y ruptura  en el desarrollo de la humanidad, así como distinguir los cambios que han sido duraderos y de amplia influencia de aquellos cuya influencia ha sido efímera en el tiempo y restringir en el espacio.

·         Identificar,  seleccionar e interpretar de manera inicial las diversas fuentes para el estudio de la Historia (SEP a, 108).   



Otras características eran

·         Que los temas de estudio se organizaban siguiendo la secuencia cronológica de la historia de la humanidad (Prehistoria, Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea). 

·         Al estudiar cada época se dio  prioridad a los temas referidos a las grandes transformaciones sociales, culturales y demográficas,  intentando reducir la atención que tradicionalmente se había prestado a la historia política y militar.

·         Los temas de estudio pretendían superar el enfoque eurocentrista que había predominado en los programas de la asignatura.

·         La organización temática, buscaba orientar la enseñanza y el aprendizaje de la historia hacia el desarrollo de habilidades intelectuales y la comprensión de  nociones como tiempo histórico, causalidad, proceso, influencia mutua, herencia, cambio, continuidad, ruptura, sujetos de la historia, diversidad, y globalidad del proceso histórico.

·         Vinculación de los temas de historia con los de las otras asignaturas. Un principio general del plan de estudios era establecer relaciones múltiples entres los contenidos de diversas asignaturas con la intención de que los alumnos se formaran  una visión integral de la vida social y natural.  En particular, los programas de historia establecen temas cuyo estudio permitirá la comprensión de la relación entre pasado y presente, entre tiempo y espacio geográfico, entre la sociedad y la naturaleza. Algunos ejemplos destacados de esta relación fue la vinculación con la asignatura de Civismo: “El estudio y la reflexión sobre el desarrollo de la humanidad y el de algunas formaciones sociales especificas contribuye a la formación de valores éticos en los estudiantes y a desarrollar su capacidad para comprender y analizar culturas diferentes  a la suya, Además existen temas específicos que se refieren, por ejemplo, a la sistematización del derecho en Roma o al movimiento de la Ilustración, los cuales permiten ubicar los orígenes y fundamentos de muchas de nuestras instituciones, principios y valores” (SEP a: 103).

  

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