sábado, 12 de noviembre de 2016

Convivencia y articulación fallida. El experimento de la Reforma Integral de la Educación Básica

En México, tenemos leyes que no anuncian o regulan la sociedad que somos,  sino la que queremos ser, superar estas contradicciones  no es algo  nuevo, como tampoco lo es,  la manera como nos ha acorralado la realidad.  El artículo tercero,  desde la constitución de 1857, ha estado consagrado a la Educación, pero en esencia siempre ha conservado el mismo espíritu, que quizás nos ha acompañado desde tiempos inmemoriales.    Cuándo Jaime Torres Bodet se propuso cambiar en 1946 el artículo tercero constitucional que decía:

 "La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir toda doctrina religiosa combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social" (DOF, 13 de diciembre de  1934).

      Para que dijera;

“La educación que imparta el Estado  tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano  y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional  en la independencia y en la justicia” (DOF, 30 de diciembre de 1946)


     Se planteaba una visión de educación que más allá de debates ideológicos encontraba en el humanismo su principal raíz; la creencia en que el hombre a través de la cultura, el esfuerzo y el conocimiento, construiría un mejor país, es un anhelo aún lejano, pero que en tiempos recientes parece estarse diluyendo,  poco a poco, e irse transformando en una visión mucho más empresarial y que de la mano de los gobiernos panistas que siguieron a la administración de Ernesto Zedillo, se fue afianzando en la reforma constitucional de 2012.

      La desarticulación educativa, es una realidad común en nuestra historia. A muchos podría sorprenderles, pero es real.  México no tuvo una educación básica que compartiera objetivos comunes para sus niveles educativos hasta el 2011, antes los sistemas coexistían con objetivos propios y formaciones particulares, que han sido producto del surgimiento de cada nivel, cuyas etapas tan diversas, pasan por capítulos de formación religiosa, intervención militar, y herencias de distintos tipos.
Cuando los españoles llegaron a la mítica Tenochtitlán, encontraron un sistema educativo estructurado  en tres tipos de escuelas mediante las cuales se reproducía el sistema teocrático mexica;  el Cuicacalli (o Casas de la danza, eran escuelas donde se enseñaba a bailar y a tocar instrumentos músicales), Telpochcalli (Eran centros de enseñanza pública, que se encontraban en cada barrio de la ciudad y donde se enseñaba a los infantes las artes de la agricultura y de la guerra) y el Calmec (solo había uno, el del templo mayor, funcionaban como una especie de internados donde los nobles recibían educación sacerdotal y de otras ciencias que les permitirían encabezar el gobierno), en ellas los Temachtiani “daban rostro a los demás”,  es decir, les ayudaban a encontrar un lugar en la sociedad.  Este sistema fue destruido con la conquista y sustituido una instrucción religiosa, que desarticulada no tenía otro objetivo que ser un brazo más de la evangelización. 

     Aunque a lo largo de más de 300 de dominación española, existieron diversas instituciones como la Real y Pontificia Universidad de México, El Colegio de Minería o la Academia de San Carlos la influencia de éstas se halla restringida al ámbito de las élites y no constituían parte de  una política de Estado que buscará su masificación.   Aunado a esto y  llegado el siglo XVIII, con la influencia de las reformas Borbónicas, fue surgiendo un sistema laico, que pretendió mediante la introducción de escuelas de primeras letras, fundar escuelas públicas.  Aunque el método utilizado en estás era una copia del utilizado anteriormente, “separando a los estudiantes en los de leer (los más chicos)  y los de escribir (los más grandes), ya que era costumbre en el mundo occidental enseñar primero la lectura y solamente después, la escritura.  Muchos niños abandonaban la escuela una vez adiestrados en la doctrina cristiana, la lectura y la firma de su nombre, por lo que más personas supieron leer y no escribir” (Tank de Estrada, 2010:83) 

     El siglo XIX, fue muy turbulento, en el ámbito educativo,  como un reflejo de la inestabilidad política que se vivía en el país. No solo se logró la  independencia, que daría lugar a la nación, sino que se pusieron de manifiesto los obstáculos que le impidieron en el periodo colonial funcionar como “el reino” que los reyes católicos instituyeron,  ya que la  corrupción y la desigualdad se habían instaurado,  teniendo en  1821  a la joven República Mexicana sumida en la desorganización y el imperialismo europeo.  Sobrevivieron muchas de las instituciones creadas bajo el gobierno virreinal, pero fueron objeto de varias reformas que no tuvieron otro objetivo que el de organizar la enseñanza para hacerla más efectiva.  Así veríamos un fenómeno de reorganización paulatino que como explica Pilar Gonzalbo Aizpuru (2010:44) comenzaría por los niveles universitarios y paulatinamente se extendería hasta los de la educación básica durante el porfiriato. 

Detrás de Gómez Farías había un congreso dispuesto a darle poderes excepcionales y un sacerdote inquieto, Mora, ansioso de reorganizar los establecimientos educativos.  Este culparía a Gómez Farías por haber hecho reformas demasiado a prisa, pero eran las mismas que Mora y Alamán, entre otros, habían propuesto a lo largo de 1820.  Con el poder político en la mano, Gómez Farías no espero más y de un plumazo cerró la venerable Universidad, que hacía tiempo no daba clases.   También se cerró el Colegio Mayor de Santa María de Todos los Santos.  Los demás establecimientos de educación superior fueron reformados, de modo que cada uno ofreciera una sola carrera, eliminando la repetición de cursos.  En  San Gregorio se impartieron los cursos preparatorios para todas las carreras; las humanidades se dieron en el Hospital de Jesús; San Ildefonso reunió bajo su techo los cursos de jurisprudencia; la carrera de Física y matemáticas se impartió en el Colegio de Minería; las ciencias eclesiásticas fueron trasladadas a San Juan de Letrán y los estudios de medicina al antiguo hospital de Betlemitas. (Staples, 2010:111).

     El siglo XX, tendría entre sus manos dos tareas fundamentales, en primer lugar separar definitivamente la educación religiosa de la instrucción y también conformar un sistema educativo para la mayoría de la población que asegurará el progreso social, ya que para 1910 se calcula que solo 20% de la población sabía leer y escribir, números que hoy en día se han revertido aunque el porcentaje de analfabetismo en el territorio sigue siendo muy alto,  8.8 millones de analfabetos (González, 2012).   Para enfrentar este reto, se redactó el artículo tercero constitucional, como la síntesis de las aspiraciones de justicia y emancipación que se habían concedido a la educación y  se creó en 1921,  la Secretaria de Educación Pública, bajo la dirección de José Vasconcelos. 

     Después de la Revolución Mexicana y al declararse la constitución de 1917 la educación pasó a manos de los municipios (Loyo & Staples, 2010: 159), sin embargo poco a poco éstos mostraron su incapacidad para dotar a la población de los conocimientos básicos, que el progreso del país requería,  esto se explica  por una parte  porque los gobierno locales muchas veces no contaban con los recursos  económicos  o con personal capacitado para mantener a las escuelas funcionando y por otro lado la carencia de un rumbo claro en el sistema educativo hacía que todo esfuerzo se desdibujara  y sólo se beneficiara  a unos cuantos en  las poblaciones urbanas de las ciudades más importantes del país.

     Durante la administración de  Álvaro Obregón  esta situación se volvió  más evidente, y comenzaron a surgir propuestas para revertirla. La creación de la Secretaría de Educación Pública y  la expansión de las escuelas administradas por el gobierno federal (Loyo & Staples, 2010:160), creo  tres modalidades de escuelas, las estatales, las federales y las municipales, siendo estas últimas las que terminaran diluyéndose en el tiempo, sin embargo fue bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles cuando el gobierno federal llegó a tener por lo menos una escuela federal en cada Estado, tendencia que a lo largo de  las décadas  y de las prácticas presidencialistas que acompañaron el desarrollo educativo, llegó a crecer hasta el punto que José Antonio Rosique Cañas y Janette Góngora Soberanes (2008:119-146) describen que para los noventas de las 32 entidades federativas, sólo en el Estado de México coexistían los dos sistemas estatal y federal de manera más o menos equilibrada;  en Coahuila, Colima, Chiapas, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Nayarit, Puebla, San Luis Potosí, Sonora, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas coexistían las escuelas estatales con predominio del federal; y en los 12 estados restantes el sistema estatal era prácticamente  inexistente y desorganizado.

     El centralismo educativo vino a agravarse en la década de los cuarentas cuando incluso incorporó la organización de los trabajadores.  El corporativismo priista había  fundado centrales obreras a lo largo del territorio, para facilitar su control y beneficiar los intereses del régimen, los maestros no fueron la excepción y con la misma facilidad con que se les nombró apóstoles o misioneros  en el modelo vasconcelista,  se les denomino trabajadores de la educación, renunciando desde ese momento a su papel de transformadores sociales y pasando a la  dependencia sindical y gubernamental que estaba presente en todos los frentes ya que el Secretario de Educación era nombrado por el presidente al igual que su líder sindical, sistema que sería bendecido por Jaime Torres Bodet en 1943 en el nacimiento del Sindicato Nacional de  Trabajadores de la Educación (SNTE), con estas palabras: “Necesitamos que ahora que os habéis unido, no perdáis el tiempo en debates internos, superfluos y muchas veces perjudiciales; que todas las horas de vuestro calendario escolar se consagren realmente a las tareas educativas ” (Torres Bodet, 1965:567).

     El centralismo educativo desde principios de los setenta mostraba ya su agotamiento (Rosique Cañas  & Góngora Soberanes, 2008), la principal crítica que se le hacía era  la ineficacia, la calidad del sistema era la nueva meta y  desde la visión gubernamental el  tamaño  de la SEP, impedía lograr una gestión que permitiera superar  las dificultades para su operación,   se reconocía que la cobertura era un gran logro del centralismo,  pero que no tendría el impacto deseado sino se acompañaba por una mayor eficiencia y calidad de los procesos administrativos.  
Desde 1978 inicio un proceso de desconcentración, fundando oficinas regionales en los estados, y reorganizando a la SEP, pero la descentralización  sólo pudo consumarse en 1992 con la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB),  entre el presidente de la república Carlos Salinas de Gortari; 32 gobernadores,   la SEP representada por Ernesto Zedillo Ponce de León,  el ANMEB (DOF,1992:9) estableció que “el Ejecutivo Federal traspasa y el respectivo gobierno estatal recibe, los establecimientos escolares con todos los elementos de carácter técnico y administrativo, derechos y obligaciones, bienes muebles e inmuebles, con los que la Secretaría de Educación Pública venía prestando, en el estado respectivo, hasta esta fecha, los servicios educativos mencionados, así como los recursos financieros utilizados en su operación”. El gobierno federal asumió el compromiso de transferir  los recursos necesarios a los estados para lograr los objetivos que los nuevos planes y programas plantearía.

     Llegarían las reformas curriculares en 1993  para Primaria y Secundaria que plantearían la introducción del enfoque constructivista de la educación básica. Igualmente en dicho acuerdo se hablaría de la resignificación del magisterio mediante programas de capacitación, de vivienda, la instauración de Carrera Magisterial, de la formación de maestros.

     Sin embargo la SEP reservó para sí atribuciones que por sí mismas, hacían del federalismo educativo una falacia, la Secretaria federal por ejemplo fijaba el presupuesto educativo sin que hubiera un criterio claro para ello, hacía los planes de estudio y evaluaba al sistema educativo  nacional y el SNTE cuya líder  recién nombrada  Elba Esther Gordillo, había logrado salvaguardar la  integridad de su sindicato, ya que entre las propuestas iniciales se había planteado fraccionar al sindicato, sin embargo por la presión política de este organismo dicha propuesta se rechazó.  Emergía así una nueva forma de relación sindical que resultaría asimétrica en muchos casos pues pequeña dependencias estatales enfrentarían a un monstruo corporativo organizado en un sindicato nacional.

     En palabras de José Antonio Rosique Cañas y Janette Góngora Soberanes (2008:132), “la descentralización se convirtió en centralización”, porque las facultades conservadas por la SEP, solo incrementaron la desigualdad, pues el control de los recursos es en esencia lo que garantiza la operatividad de los servicios educativos, así como el diseño de los planes de estudio, aunado a qué la descentralización no se hizo a petición de los estados sino del gobierno central.
El proceso de reforma de la educación básica, que pretendió integrar un currículo común es hijo de la “descentralización centralizadora”  y de la pretensión de dos  presidentes surgidos de la alternancia,  de modernizar la educación pública de la mano del SNTE,  pero la manera en la que se organizaría dicho currículo se basó en el programa de preescolar de 2004, la reforma a la Educación Secundaria de 2006 y la Alianza por la Calidad de la Educación.  

     En el plan Nacional de Educación 2001-2006, se abría fijado  como objetivo “Articular los tres niveles de la educación básica, para garantizar la continuidad curricular desde la educación preescolar hasta la enseñanza secundaria, estableciendo una congruencia pedagógica y organizativa a lo largo de este tramo educativo” (SEP b, 2001:137). Dicho objetivo solo se logró 5 años después.

     La Educación preescolar es un  nivel del Sistema Educativo Nacional, que tiene sus antecedentes en 1883  cuando se instauró la primera escuela para párvulos (esta palabra viene del latín parvulus, de parvus, que significa pequeño), en el estado de Veracruz,  por el maestro alemán  Enrique Laubscher “discípulo del fundador de los jardines de infancia Federico Guillermo Augusto Froebel” (Galván Lafarga, 2016), su desarrollo fue paulatino, y se expandió sobre todo gracias los gobiernos posrevolucionarios,  hasta que fue ampliamente abrazado por los gobiernos de la transición democrática (2000-2012), debido entre otras cosas a que cursar el nivel se ha ligado históricamente a mayores niveles de bienestar y socialización, a través de múltiples investigaciones  (Barrera Chavira, 2005) Este subsistema se declararía obligatorio por Vicente Fox Quezada (Diario Oficial de la Federación, 12 de Noviembre de 2002),  y su  plan curricular (2004)  se organizaría  por competencias, un terminó que si bien se venía usando de manera común en los programas universitarios, era una novedad y se adoptaría más tarde para toda la educación básica.

     En cumplimiento del Programa Nacional de Educación 2001-2006 (PRONAE) y del Programa de Renovación Curricular y Pedagógica de la Educación Preescolar, las características que se establecieron para el Programa de Educación Preescolar 2004:

·         Carácter nacional, de acuerdo con los fundamentos legales que rigen la educación. El programa de educación preescolar será de observancia general en todos los planteles y las modalidades en que se imparte educación preescolar en el país, sean éstos de sostenimiento público o privado
·         Establece propósitos fundamentales para la educación preescolar, entendida como un ciclo de tres grados
·         Está organizado a partir de competencias, entendidas sintéticamente como la capacidad de utilizar el saber adquirido para aprender, actuar y relacionarse con los demás. La función de la educación preescolar consiste en promover el desarrollo y fortalecimiento de las competencias que cada niño y cada niña poseen.
·         Es abierto. El programa no define una secuencia de actividades o situaciones que deban realizarse sucesivamente con los niños; las competencias son la base para organizar, desarrollar y evaluar el trabajo docente. La educadora selecciona y diseña diversas situaciones didácticas que sean pertinentes y útiles para lograr que los niños aprendan; adopta la modalidad de trabajo que considera adecuada y organiza su trabajo de manera flexible para adecuarlo a las condiciones de su grupo y al contexto en donde labora. (Subsecretaria de Educación Básica, 2004: 6-7).

     La estructura del programa era bastante novedosa y no tenía ninguna relación con los otros programas que sobrevivían al salinismo.
Figura 1. Organización del programa de Preescolar 2004. Fuente: Subsecretaria de Educación Básica, Programa de Renovación Curricular y Pedagógica de la Educación Preescolar. México SEP.
  Las competencias entendidas “sintéticamente como la capacidad de utilizar el saber adquirido para aprender, actuar y relacionarse con los demás”, habrían de propiciase a través de la organización curricular en cinco  campos formativos y la práctica pedagógica basada en 10 principios pedagógicos que se conformaban considerando las características infantiles y los procesos de aprendizaje, la diversidad y la equidad y la intervención educativa.

Figura 2. Principios pedagógicos del programa de Preescolar 2004. Fuente: Elaboración basada en el Programa de Renovación Curricular y Pedagógica de la Educación Preescolar. Subsecretaria de Educación Básica (2004),  México SEP.


      En total el programa maneja 14 competencias que debían desarrollarse a lo largo de tres años de formación, lo que más llama la atención de las mismas es que debían evaluarse mediante dos instrumentos cualitativos, el portafolio de la educadora y su diario de trabajo.


Figura 3. Competencias del programa de Preescolar. . Fuente: Elaboración basada en el Programa de Renovación Curricular y Pedagógica de la Educación Preescolar. Subsecretaria de Educación Básica (2004),  México SEP.


      De manera explicable solamente por el pragmatismo, la última reforma del sexenio de Vicente Fox no fue una reforma a la Educación primaria, como habría de esperar de un proyecto de integración del currículum, La reforma emprendida en el último año de la primera administración panista fue a la educación Secundaria en 2006, sin  que se  tuviera presente que un alumno formado en 2004, tendría que esperar 9 años más para volver a cursar un programa por competencias, ya que la educación primaria seguía funcionando con el enfoque constructivista de 1992.  La reforma Integral a la Educación secundaria se anunció desde 2005 y en particular para historia,  estuvo surcada por el escándalo que provocó la pretensión de eliminar el estudio de las culturas prehispánicas. Hubo que esperar a 2009 para que la educación  primaria tuviera una reforma curricular que acompañara la articulación de los demás niveles.

     La primera secundaria que tuvo el país tuvo su  cede en el antiguo colegio de San Pedro y San Pablo, en la que permaneció hasta 1928 teniendo ya 900 alumnos tendría su recinto definitivo en  la calle de Regina  111, con el nombre de Cesar A. Ruiz (AHSEP, 1938-1939).  Aunque sus orígenes se pueden encontrar en el imperio de Maximiliano, que la soñó organizada como los liceos franceses.   Los primeros maestros que tuvo esta escuela fueron profesores enviados a Estados Unidos durante tres meses y de cuyas investigaciones surgió el Departamento de Educación Secundaria de la Secretaria de Educación Pública y la estructura y funcionamiento que permea a dicho nivel educativo hasta nuestros días, ya que en esos años, el modelo conductista era la moda educativa más importante de la unión americana.

     El proceso de reforma de la educación básica que inicio en la educación secundaria con el plan de estudios 2006, abrió paso a todo un debate sobre el trabajo docente, y es que la articulación de la educación básica sin duda es un proceso complejo que parte de la lucha de poder entre los expertos que forman los distintos campos culturales que dan origen a los contenidos del plan de estudios,  así como las luchas políticas que le dan sentido a su implementación. El escándalo que provocó la eliminación del primer curso de historia ya que la nueva estructura del currículo solo se impartía en segundo y tercer grado, no provocó que se modificará la pretensión inicial de estudiar a la historia desde el siglo XV quitando así el curso de Historia Universal.  

     Lizeth Borrás Escorza (2010), reconstruye el sinuoso paso de las reformas  curriculares en la materia de Historia, ya que no solo implicó una modificación que redujo a ocho horas la carga horaria de la asignatura, sino toda una nueva concepción didáctica, que en palabras de Xavier Rodríguez Ledezma  desperdició su oportunidad de ser distinta:
La utopía por algo es utopía. La puerta que el gobierno mexicano abrió obligado por las agudas críticas y tenaces descalificaciones de las que era objeto a raíz de su propuesta curricular original, no tardaron en clausurarse nuevamente.  Lo trágico del asunto radica en que fueron los propios especialistas quienes se encargaron de hacerlo. Ellos y nadie más decidieron actuar como lo hicieron.  En lugar de ir a fondo y aprovechar la oportunidad de proponer lo que debía hacerse para construir la enseñanza, orillando a la SEP a honrar su promesa con tal de no naufragar definitivamente en la crisis   que ella misma había originado, los especialistas decidieron llevar a cabo tan solo una revisión cosmética del programa de historia que la RIES proponía.  La recuperación de uno de los dos cursos que habían sido eliminados y el tratamiento de la historia prehispánica que había sido desechada  en los nuevos planes fueron presentados como los grandes cambios, el rescate de fondo y el magnífico logro del gremio especialista cuando asumió la tarea de sacarle las castañas del fuego a los burócratas pergeñadores de la RIES. (Rodriguez Ledezma, 2010:13).
     Fue en ese juego de poder que dos causas se impusieron, primero una nueva visión de la historia, donde el mundo colonial ha tenido un viraje importante y se la ha dado un lugar muy importante en el currículum.  Y la segunda la  formación de una currícula organizada para ponderar la formación por competencias

      La Reforma integral de la Educación Secundaria (RIES), es el nombre final que tuvo el plan de estudios 2006, y que se aplicó a partir de ese año, solo en el primer grado, para funcionar en todos sus  niveles durante el ciclo escolar 2008-2009 (en que se daría el pacto corporativo de la Alianza por la Calidad de la Educación). En dicho programa se reformó la estructura de la educación secundaria

     Debido al año perdido y la premura que engendró su aplicación los maestros de todas las asignaturas conocieron el nuevo programa solo unos cuantos días antes de iniciar el ciclo escolar.  Sacrificando así el alma misma de un régimen centralizado y de programas únicos como el mexicano, la planificación del aprendizaje. Los profesores de Historia quizás un poco más tranquilos por el giro que habría dado la autoridad, después del golpeteo, recibieron una sorpresa al revisar sus programas, junto a los estudios del tiempo y espacio histórico y el énfasis en la parte procedimental (Manejo de la información histórica) aparecía entre las competencias un concepto  que se leía mucho en los textos de filosofía de la historia,  pero se agregaba algo que no era común,  la palabra  convivencia, y  para complejizar aún más el constructo  una reminiscencia pedagógica la Formación, problemas hermenéuticos pensaron algunos.

      En la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos la palabra convivencia aparece desde el 30 de diciembre de 1946 donde se le mencionaba como parte de la Fracción I,  inciso c, en ella se puede observar que este concepto se utiliza como una manera de promover la paz, cuyo origen es el reconocimiento de la individualidad humana para luego ir escalando en componentes más generales de la sociedad como la familia y la colectividad que rodea a los educandos: 

c) Contribuirá a la mejor convivencia humana, tanto por los elementos que aporte a fin de robustecer en el educando, junto con el aprecio a la dignidad de la persona y la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, cuanto por el cuidado que ponga en sustentar los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos los hombres, evitando los privilegios de razas, de sectas, de grupos, de sexos o de individuos (DOF, 30 de diciembre de 1946).

     En la reforma del 28 de Enero de 1993, se separó la Fracción I del Artículo tercero, para dar cabida a la reconciliación del Estado mexicano con la iglesia católica iniciada por Carlos Salinas de Gortari,  el termino convivencia  se mandó a la Fracción II,  con una nueva redacción, en la que se incluía el término  “diversidad cultural” aunque el verdadero cambio llegó  el 26 de Febrero de 2013, donde se agregó el concepto de calidad a la constitución y se sujetó a este el concepto de convivencia:

c) Contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos, y 

d) Sera de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos…  (DOF,  26 de febrero  de 2013)


      En el artículo 7° fracción V,  y  8° fracción III  de la Ley general de Educación se menciona a la convivencia como un agente que permite reforzar la participación democrática para mejorar a la sociedad y nuevamente se le liga al concepto de calidad:

Artículo 8° Fracción III.- Contribuirá a la mejor convivencia humana, tanto por los elementos que aporte a fin de robustecer en el educando, junto con el aprecio para la dignidad de la persona y la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, cuanto por el cuidado que ponga en sustentar los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos los hombres, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos, y
IV.- Será de calidad, entendiéndose por ésta la congruencia entre los objetivos, resultados y procesos del sistema educativo, conforme a las dimensiones de eficacia, eficiencia, pertinencia y equidad. (DOF,  11de septiembre de 2013).

       Por  otra  parte,  el Plan Nacional de  Desarrollo 2013-2018 advierte  que  “México demanda un  pacto social más  fuerte  y con  plena  vigencia,  con  una gobernabilidad democrática, en la que se lleve a cabo una convivencia  social que tenga como marco el  respeto  y la valoración de  la igualdad,  diversidad  y pluralidad” (Gobierno de la República, 2013:27). El Programa Sectorial de  Educación 2013-2018, en  distintas estrategias y líneas de acción  le otorga las mismas prerrogativas a la convivencia, que es vista “como una meta educativa que debe formar parte de la cultura escolar, que prepara al alumnado para su vida como ciudadano activo y democrático, para aprender a convivir a la vez que es una condición para garantizar el aprendizaje y la permanencia en la escuela, al favorecer relaciones interpersonales respetuosas y afectivas”. (SEP h, 2013: 16).
     Y es que aunque algunos investigadores educativos digan que la calidad es un concepto ambiguo y que no aparece definido en ninguna parte la ley general de educación es clara en cuanto a que la calidad debe entenderse como “la congruencia entre los objetivos, resultados y procesos del sistema educativo, conforme a las dimensiones de eficacia, eficiencia, pertinencia y equidad. (DOF,  11 de septiembre de 2013)”. Aunque ésta definición no es nueva ya había sido enunciada en el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012 de Felipe Calderón:

OBJETIVO 9 Elevar la calidad educativa. La calidad educativa comprende los rubros de cobertura, equidad, eficacia, eficiencia y pertinencia. Estos criterios son útiles para comprobar los avances de un sistema educativo, pero deben verse también a la luz de el desarrollo de los alumnos, de los requerimientos de la sociedad y de las demandas del entorno internacional. Una educación de calidad entonces significa atender e impulsar el desarrollo de las capacidades y habilidades individuales, en los ámbitos intelectual, afectivo, artístico y deportivo, al tiempo que se fomentan los valores que aseguren una convivencia social solidaria y se prepara para la competitividad y exigencias del mundo del trabajo. (Gobierno de la República, 2007: 182).

     El segundo programa educativo para la educación básica que ponderó el enfoque por competencias, es el  de la Educación Secundaria de 2006, y  en este se había incluido una nueva competencia para la enseñanza de la Historia, la Formación de la Conciencia Histórica para la convivencia.  ¿Por qué incluir la Convivencia como un contenido para la historia?   La justificación es quizás mucho más legal que epistemológica, y tiene también cierto aroma de medicina.  Se pretende configurar a un nuevo ciudadano.

     Adoptar la convivencia como contenido educativo implica reconocer que la violencia tiene un origen social y que el hombre la ha introducido en la cultura y por lo tanto también la puede sacar;   también es asumir esa responsabilidad y reconocer que es un trayecto complicado, que no solo es responsabilidad de una sola institución como la escuela, y por lo mismo tampoco puede ser responsabilidad de una sola materia.  

     El Civismo,  había tenido  en México,  la misión de conformar el nacionalismo,  desde una perspectiva doctrinaria  de racionalismo revolucionario, que hacía del aprendizaje de las leyes, una vertiente única para conformar al ciudadano.   Sin embargo en las reformas introducidas desde 1993 este enfoque buscaba cambiar la  construcción de la imagen nacional al introducir un “enfoque constitucionalista que promoviera los valores democráticos, como la responsabilidad. La libertad, la justicia, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos, el respeto al estado de derecho, el amor a la patria y a la democracia” (Rodríguez Mc Keon, 2010: 38). Promoviendo así el laicismo y la libertad personal.  

      El nacimiento de una materia como Formación Cívica y Ética en 1999 no es menos importante ya que esta sintetiza la aspiración de transformar la enseñanza de valores cívicos:
Por una parte se introdujo el término “formación” que da la idea de que no se trata de un contenido por estudiar, sino de un conjunto de estrategias para configurar un modo de ser y de convivir.  Por otra parte se incorpora, el término “ética”, lo cual hace suponer que pretende formar un ciudadano moral.  Además se incorporaron contenidos que revelaban el supuesto de que la ciudadanía debe ser ejercida, por sujetos que cuidan de si, de su sexualidad, de su  salud y equilibrio; sujetos que tienen estima de si y que gracias a ella, le otorgan una cierta calidad a sus prácticas, en el orden político, social y cultural, pero también en el mundo de lo íntimo y lo privado.  La idea eje que orientó  estos programas era la del ciudadano activo con autoestima y competencias comunicativas, capaz de analizar, criticar y elaborar su escala personal de valores, así como los principios morales ejerciendo su juicio ético (Yuren, 2007:44)

     Existe un vínculo entre conciencia y ética, porque es en la mente donde se estructuran las acciones,  y más aquellas que tienen un impacto directo en la trasformación de nuestro presente. Por esto  la nueva asignatura introducía un nuevo paradigma de ciudadano, uno que no solo debía cumplir con las leyes que establecía una autoridad elegida por el voto, sino que era responsable de la construcción del día a día de una sociedad, con sus interacciones y que debía ser un ente socialmente movilizado que mirará por el ambiente, las minorías, la inclusión y el reconocimiento de todos aquellos que hasta ese momento no lo habían tenido y de los cuáles quizás él también formaba parte.  

     La convivencia paso a convertirse en un aprendizaje personal que debía proyectarse hacia los demás, en prácticamente todas las asignaturas se buscó un enfoque que permitiera construir esta noción, y con la articulación del curriculum ocurrida en 2011, este objetivo se volvió una política del Estado, aunque llevarla a cabo ha resultado casi tan complicado como formar un curriculum común. 


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