sábado, 12 de noviembre de 2016

La educación emocional que la Secundaria también necesita

     En todo el mundo se reconoce a la educación secundaria como el nivel educativo más conflictivo de todos los que conforman la educación básica (Ducoing, 2007) y  específicamente algunos han llamado a la secundaria pública mexicana como el “hoyo negro del sistema educativo”.

Este nivel nació vinculado, originalmente, a la escuela preparatoria y como parte de la educación media, incluso durante muchos años fue llamada “educación media básica”. Esta circunstancia histórica dejó huellas que aún persisten: sobrecarga curricular, docentes especializados, desarticulación entre materias, énfasis en la disciplina, control del estudiantado así como formas específicas de organización escolar, las cuales forman parte de los rasgos de identidad del nivel (Sandoval, 2005:14)

     Su estructura se ha modificado con una gran lentitud desde su fundación (Miranda & Reynoso,2006), por ejemplo con la Reforma integral a la Educación Secundaria (RIES)  se buscó que está modificará sus prácticas pedagógicas e institucionales, las incongruencias curriculares y la formación de los maestros (Zorrilla, 2004),   como lo demuestra el diagnóstico del documento  “Reforma Integral a la Educación Básica, Acciones para la articulación curricular” (SEB, 2008) dichos propósitos no se habían alcanzado:
Lo más llamativo es la falta de equidad en la enseñanza privada y la pública, entre las zonas urbanas y urbano-marginales y rurales, y entre las poblaciones no indígenas e indígenas.  Esa inequidad se manifiesta en la diferente preparación para el ingreso a la escuela, en la desigual calidad de la enseñanza que se imparte, en los escasos materiales educativos, y en la diversa preparación del profesorado (SEB, 2008: 20)
 
     La integración de la Secundaria a toda la educación básica, no debe soslayar que este es un sistema creado para la formación y atención de adolescentes, población que enfrenta varias transformaciones en un tramo de la vida donde se busca el autoconocimiento y la proyección de una personalidad, que no acaba de crecer al ritmo que muchas autoridades y otras profesiones ajenas a la docencia desean.  Y es que los adolescentes tienen en este periodo por decirlo de manera sintética, el primer acercamiento a veces violento con el mundo adulto.  Si a esto sumamos que la integración curricular llevada a cabo en 2011, de todos los sistemas de la educación básica,   no se ha acompañado de un sistema de capacitación docente que la encause, podremos comprender porque los problemas del sistema permanecen estáticos, aunque los retos de una sociedad multicultural y conflictiva se agreguen todos los días.

     La adolescencia es una construcción social y temporal que  “(puede definirse) como el resultado de la interacción de los procesos de desarrollo biológico, mental y social de las personas, y de las tendencias socio-económicas y las influencias culturales específicas” (Salazar Rojas, 1995:18), es una etapa de gran complejidad pues entraña varios procesos que se complementan y que no sólo están regidos por los cambios fisiológicos, sino que encarna importantes procesos de la mente;  como  el egocentrismo ubicado por Peaget, como una incapacidad para ponerse en el lugar del otro, o la apropiación de la identidad  que  definió Eriksson como una etapa donde a) se llega a la conciencia de la propia identidad, b) Existe un empeño inconsciente por constituir un estilo y una forma de ser personal, con un deseo de encontrar una síntesis de equilibrio entre el yo y sus actuaciones c)  se vive la búsqueda de la propia definición mediante la vinculación social que se apoya en el desarrollo de un sentimiento de solidaridad con las ideas del grupo por el que se siente representado (Hernández y Sancho, 1993:157-160).

     Aunque la adolescencia tiene todas estas aristas que si bien son reconocidas y abordadas desde hace un buen tiempo, una que empieza a cobrar cada vez más importancia,  es la parte afectiva y emocional que se desarrolla juntó con la parte cognoscitiva y social,  y que juntas actualmente se consideran parte fundamental de la inteligencia:

De todas las especies, el ser humano es el que más tarda en alcanzar la plena madurez cerebral. Mientras cada área del cerebro se desarrolla a un ritmo diferente  durante la infancia, el inicio de la pubertad marca una de las etapas más radicales de poda del cerebro. Diversas áreas el cerebro que son críticas para la vida emocional se encuentran entre las más lentas en madurar. Mientras las áreas sensorias maduran durante la primera infancia  y el sistema límbico  durante la pubertad, los lóbulos frontales –sede del autodominio emocional, la comprensión y la respuesta ingeniosa –continúan desarrollándose en la última etapa de la adolescencia, hasta algún momento entre los dieciséis y los dieciocho años de edad.   Los hábitos del manejo emocional que se repiten una y otra vez durante la infancia y la adolescencia ayudarán a moldear este circuito (Goleman, 2000:262)

     Según Ignacio Robles Garibay (2008) en el salón de clases se pueden identificar seis indicadores para observar el desarrollo positivo  de las emociones del adolescente:

1. Haber clarificado y comenzado a realizar los proyectos de vida.
2. Estar interesado en la identificación y el conocimiento de sus propias emociones y de las demás emociones de los demás.
3. Capacidad para resolver problemas tensos y enojosos.
4. Manifestación de sentido del humor y de disfrute emocional de los momentos agradables de la vida.
5. En lo social deben darse o mostrarse distintos tipos de interacciones.
6. En cuanto al tiempo de recreación; el adolescente logrará el mejor tipo de desarrollo si busca esparcimiento  en alguna, o algunas, de las múltiples e inagotables manifestaciones de la cultura (Robles Garibay, 2008:35).

     La adolescencia como etapa de autoconocimiento, de proyección personal y de consolidación de habilidades, tiene como agente socializador más importante a la escuela ya que es el lugar donde se confluye y contrasta la cultura personal y se choca con los padres y sus principios, así como la “adquisición de modelos de prevención y anticipación ante conductas nocivas (Salazar Rojas, 1995:23).
     Esta importancia a veces se refleja en un exceso de facultades por parte del estado el cuál entre otras tareas suele asignar a dicha institución la misión de coadyuvar  a la disminución del ambiente violento que muchas veces priva en la sociedad, fortalecer la democracia así como encausar la formación de la identidad.
Cuando se habla de violencia se está definiendo un evento de múltiples aristas y complicados rincones que tienen como limite al otro y a uno mismo en ese complejo juego que es la interacción:

(…) la violencia es y se realiza tanto como un proceso social subjetivo (representaciones, significaciones sociales) y objetivo (comportamientos, acciones) manifiesto (hechos) y latente (cultura y estructura), donde la valoración emocional de sus efectos (visibles/invisibles) pasa a formar parte del mismo proceso (Hernández, 2001:62)

     ¿Cómo es que una escuela puede favorecer la aparición y mantenimiento de la violencia?  Fanny Feldman Fine (2008) nos dice que existe un acuerdo en considerar  que existe violencia cuando un individuo impone su fuerza, poder o status en contra de otro, de manera que lo dañe, lo maltrate o abuse de su dignidad ya sea física o psicológica, y en ese panorama existen factores institucionales como las normas arbitrarias,   inconsistentes y poco claras que muchas veces intentan gestionar las desavenencias  de los alumnos, que pueden expresarse en:
·         Confusión de valores
·         Fracaso escolar
·         Discrepancia entre los valores culturales
·         Las dimensiones de la escuela
·         Actos disruptivos
·         Violencia física
·         Violencia verbal
·         Violencia psicológica
·         Vandalismo
·         Robo
·         Intrusión en la escuela de individuos ajenos al centro educativo
     Resolver estas situaciones no es cuestión de un momento, o de acciones aisladas que resuelven problemas accidentales, entraña una serie de acciones que como dice Galtung (1998:103) “El momento de empezar es siempre –el trabajo de paz no es trabajo a destajo- y el momento de acabar es nunca. Como en la teoría de las enfermedades, no hay limite a la prevención, ni a la rehabilitación”.

     La ciencia moderna piensa que a través del desarrollo de habilidades sociales (Decodificación, decisión, ejecución, monitorización personal, estructuras cognitivas) y competencias sociales  (Monjas, 1999) es posible mejorar la convivencia, un concepto que engloba a la vez la definición de un espectro de respeto y tolerancia, como la pretensión de un ambiente controlado y  positivo, donde es necesario reconocer que el trabajo en grupo es una variable importante de considerar, ya que es ahí donde los alumnos ensayan las actitudes sociales que más tarde tendrán sentido en su interacción social;  en palabras de Andrea Molinari (1999).  El grupo existe más allá de la suma de los individuos que la integran “mientras transcurre el tiempo, el grupo va creando una dinámica propia, una manera de vincularse y comunicarse. Esta característica va determinando los lugares que cada miembro ocupa y así conforma su estructura.  En esta conformación observamos alianzas, declaraciones de guerra, autoestima de todo nivel, integrados y marginados” (Molinari, 1999:87).

     Aprender a interactuar con otros considerando todo lo expuesto, parece ser una cuestión de vida o muerte, debido entre otras cosas al panorama violento que rodea a los estudiantes en todos sus niveles,  aunque más allá de la funcionalidad, los documentos oficiales y   social que esto implica, ¿qué significa realmente aprender a convivir y como puede la escuela ayudar a construirla?

     En el plan y programas de estudio 2011 se  nos ofrecen las siguientes definiciones, donde la convivencia es:
a) la construcción  de relaciones interpersonales de respeto mutuo, de solución de conflictos a través del diálogo, así como la educación de las emociones  para formar personas capaces  de interactuar con otros, de expresar su afectividad, su identidad personal y, desarrollar su conciencia social. (SEP f, 2011:93).
b) “Es el conjunto de relaciones interpersonales entre los miembros de una comunidad educativa y generan un determinado clima escolar. Los valores, las formas de organización, los espacios de interacción real o virtual, la manera de enfrentar los conflictos, la expresión de emociones, el tipo de protección que se brinda al alumnado y otros aspectos configuran en cada escuela un modo especial de convivir que influye en la calidad de los aprendizajes, en la formación del alumnado y en el ambiente escolar” (SEP g, 2011:95).  
c) como eje “enfatiza el reto de aprender a vivir juntos en un mundo diverso y pluricultural, así como el desarrollo de capacidades sociales para interactuar con otras personas y enfrentar conflictos por vías no violentas. Este eje se refiere también al derecho de todo ser humano a formarse en un ambiente de paz, seguridad y equidad, en el que sea tratado dignamente, con honestidad y respeto a su identidad. Aprender a convivir implica generar procesos humanos en los que prevalezcan el aprecio a la diversidad, la vivencia de la paz, el respeto a los derechos humanos, la aplicación de los principios democráticos en la vida cotidiana. De esta manera, los adolescentes podrán ser sensibles al mundo que les rodea y participar en proyectos comunes y de mejoramiento de su entorno; desarrollar sus capacidades para comprender a los demás e imaginar otras formas de pensar y afrontar el futuro”.  (SEP f, 2011:91).

     Y siguiendo a Ianni (2003), no solo basta un entrenamiento específico para desarrollar  la convivencia, más bien se trata de mejorar la interacción cotidiana y la percepción que se construye de la realidad, al respecto el autor nos dice “para aprender a convivir deben cumplirse determinados procesos”:
·         Interactuar (intercambiar acciones con otros).
·         Interrelacionarse (establecer vínculos que implican reciprocidad).
·         Dialogar (Fundamentalmente escuchar y hablar con otros).
·         Participar (actuar con otros).
·         Comprometerse (asumir responsablemente las acciones de otros).
·         Compartir propuestas.
·         Discutir (intercambiar ideas y opiniones diferentes con otros).
·         Acordar (encontrar los aspectos comunes, implica pérdida y ganancia)
·         Reflexionar (volver sobre lo actuado)

     Igualmente  un profesor debe tener la habilidad para reconocer cuando un alumno necesita “instrucción inicial, refuerzo o práctica”,  y para ello es necesario distinguir si pueden completar una tarea con  Seguridad -sin dañarse a sí mismo ni a otro- 2) aplomo -postura y dignidad, 3) Independencia -hacer tareas sin ayuda o esperándola-   4) Confianza-autoafirmación y comodidad- y 5) Forma tradicional -” (Huebner, 1990).


     En el Plan y programas de estudio 2011, se pide a los maestros de primaria, desde el cuarto grado y a los de  Historia  a lo largo de la educación Secundaria,  desarrollar la formación de la conciencia histórica para la convivencia, pero lo primero que hay que diferenciar es que una cosa es la conciencia y otra la conciencia histórica; así como comprender que entre la conciencia histórica para la convivencia y la conciencia para la renovación social que tanto necesitamos, se abre muchas veces un abismo difícil de cerrar. 

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