Me hubiera gustado que nuestras únicas fotos juntos fueran mucho más estilizadas, sin embargo las cosas nunca son como uno quiere, son como deben ser.
Llegaste una tarde a la escuela, el director te presentó conmigo como mi suplente, no sé porqué, pero al mirarte ahí sonriendo, sentí que era mi obligación guiarte en el caótico y burocrático mundo de la Secretaria de Educación Publica, al hablar contigo y escuchar que tu prioridad era que a los alumnos les gustará la materia, supe que sin duda serias un buen maestro.
Me ofreciste tu amistad, yo a cambio busqué te sintieras a gusto, fuiste el primer maestro al que intenté formar, te di tu salón y busqué como decía Virginia Wolf que tuvieras una habitación propia, en la que pudieras experimentar y crecer a tu ritmo, o simplemente como lo hago yo, tener un espacio para huir de lo mundano y vivir la satisfacción del deber.
Como docente te encontraste rápido, siempre pasa lo mismo cuando sabes lo que quieres lograr con los muchachos, discreción e inteligencia son una buena formula. Sin embargo no pudiste huir a lo que a todos nos atrapa, el sistema que es un espejismo y telaraña, pues al mismo tiempo que te vende flores, suele arrojar todas las espinas sobre tu cara. Te ofrecían cosas que no te pudieron garantizar y finalmente tuviste que optar por lo que más te convenía.
Estaba en clase cuando llegó tu mensaje, me preguntabas que hacer, si debías tomar una decisión que te beneficiaba pero al hacerlo tendrías que dejar tu trabajo y caminar solo, sin que yo estuviera ahí para guiarte, yo no lo dude, te nombre maestro Jedi y te pedí que aceptarás la propuesta, sin olvidar recordarte el lado correcto de la fuerza.
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