sábado, 19 de marzo de 2016

Contraste Máximo


El Vigilante, está aquí para recordarles quienes son ustedes: los vecinos de Ecatepec, señalados con el soplo de Ehécatl que tiene el don del amor y la palabra. Su aliento inicia el movimiento del Sol, anuncia y hace a un lado a la lluvia. Trae vida a lo que está inerte. 
En la cosmovisión de los antigüos mexicanos, el viento divino de Ehécatl sopla sobre el caos, organiza el universo y crea la vida y el movimiento…
Por ello en Ecatepec siempre se impone la vida.
Jorge Marín. 


Ecatepec de Morelos  es un municipio que ha saltado a la fama como un sinónimo de impunidad, de crímenes que se acumulan y cuya naturaleza es cada vez más diversa; robos,  desapariciones, feminicidios, secuestros y narcotráfico  parecen ser las caras más nombradas de una  hecatombe que incluso ha llamado la atención del Papa Francisco, el cuál pronunciaría en estas tierras una frase críptica. 

"Con el demonio no se negocia porque nos va a ganar siempre"
Papa Francisco en Ecatepec de Morelos al fondo el cerro de Chiconautla. 


Los habitantes de Ecatepec de Morelos -llamado así porque el 22 de diciembre de 1815, fue fusilado allí José María Morelos y Pavón, primer insurgente que enarbolo la independencia de México, e instauro su primer documento constitucional en Apatzingán   empezamos a notar el alza de la  violencia, justo cuando Eruviel Avila asumía por segunda vez la presidencia del Ayuntamiento, y Enrique Peña Nieto ostentaba la gobernatura del Estado de México.   En aquellos días visitar la casa paterna para los festejos, significaba empezar a recibir recomendaciones,  sobre horarios y lugares a evitar, pues como una rutina perversa se veían robos y asaltos a plena luz del día y sin que ninguna autoridad hiciera nada, los ciudadanos empezaron a discutir los modus operandi, las regularidades, las zonas rojas... ya que  cuando finalmente tocaba a uno enfrentar a los delincuentes en el trasporte público, se podía observar un patrón común en los asaltos,  que propició que varias personas desarrollaran una serie de conductas adaptativas, que poco tenían que ver con la promoción de la seguridad y la cultura de la denuncia. 

Por ejemplo algunas personas recomendaban llevar dos celulares, uno barato para entregarlo a los asaltantes, y  otro -el de uso personal y obviamente más caro- oculto en lo más recondito de las bolsas o mochilas.  También se difundió la estrategia de tirar el dinero al piso cuando los asaltantes dieran  el primer disparo.  Incluso algunas personas recomendaban llevar al menos trecientos pesos, porque algunos asaltantes golpeaban a las personas que les daban dinero.  


La prostitución presente en algunas partes de la Vía Morelos (la que cruza casi todo el municipio) comenzó a expandirse a otras zonas del municipio, se podían observar cuerpos semidesnudos de transexuales quemando llantas en la calle para calententarse mientras esperaban que se requirieran sus servicios, primero cerca de los hoteles, también en lotes baldíos y seguramente en antros clandestinos, junto a madrotas y lenones que miraban desde lejos.   

El dolor de ese mundo, donde el cuerpo de una persona se esclaviza y se convierte en mercancía y que muchos solo mirábamos de lejos,  se empezó a desnudar junto a otro dramático escenario, el de las desapariciones; niñas, ancianos, y personas con retraso mental, eran declaradas perdidas, muchas veces sin que ninguna denuncia se hiciera oficial.  La migración interna empezó a combinarse con todo ese cóctel, pues otra de las características de este el municipio más poblado de América Latina, es la gran desigualdad social, que va desde la escolaridad hasta el poder adquisitivo y la pobreza alimentaria,  y es que una de las estrategias de los traficantes de personas es la seducción de menores de edad para luego convertirlas en esclavas sexuales, con promesas falsas, las alejan de sus hogares y sus familias nunca las vuelven a ver, y cuando acuden a denunciar las autoridades les dicen que seguramente se fugaron con el novio...  Este desprecio hacia la mujer presente en muchas de las instituciones del Estado de México,  arrastra no solo cadáveres anónimos y desfigurados por el canal de aguas negras, también se lleva la salud emocional de cientos de niños que aprenden que la mujer no vale nada y que se le puede tratar como sea. 

En todas estas circunstancias la mano del narcotráfico, se asoma... huele mal y probablemente ha podrido todo, rumores de individuos cobrando derecho de piso aquí y allí, llamadas anónimas exigiendo rescates, amenazas de muerte, secuestros, todo se combina con pandillas que surgen y desaparecen.    Adolescentes y adultos subiendo a los camiones y arrojar un dulce a los que ahí viajan, dando testimonios amenazadores, han sustituido a los cantantes y vendedores de cacahuates. Manos que aparecen de pronto para pedir dinero a los conductores, forman un paisaje en el que el descaro secuestra toda forma decente de vivir. 




Y por si tanto cinismo no fuera suficiente el gobierno de Eruviel Avila ha colocado una estatua (bella sin duda)  de  Jorge Marín  "El vigilante", que fue inaugurada por su autor y el Presidente Peña Nieto, justo en uno de los puntos de mayor indice delictivo.

Durante los primeros días de su construcción, el pueblo llamaba a la estatua "El Pinocho", debido a la nariz, que  representa el rostro  un ave, símbolo del Dios Ehécatl, y que algunos no lograron reconocer y diferenciar de  un personaje de la literatura Italiana, que se hizo famoso porque su nariz crecía cada vez que decía una mentira.     Quizás sea una metáfora deseada, pero lo cierto es que en ese mundo de contrastes;  aparece cada día con más claridad  un problema,  que el estado ha querido ignorar públicamente.  Aunque ha tratado de aplastarlo de manera más violenta y silenciosa que el propio crimen organizado, las autodefensas. 



Ante tanta impunidad, en muchos lugares del municipio -como de todo México- han empezado a aparecer grupos de personas dispuestas a defender su patrimonio, y ante toda esta barbarie cada día se acumulan más casos de linchamiento contra  delincuentes, nada grave quizás, pero el temor de que surja una organización que canalice toda esa energía individual, está ahí, amenazando el monopolio de la fuerza que debería ser una atribución solo del estado.  

El peligro es en suma que el pueblo decida convertirse en su propio vigilante... 

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