El libro de Oliver Sacks, que no deja de sorprenderme se llama "Veo una Voz, viaje al mundo de los sordos", el cuál ha sido una muestra clave de lo que a mi parecer era forma de atrapar al lector y consistía en llevarnos de una situación cualquiera, a comprender la profunda significación de los actos más sencillos y que por si mismos son un milagro y es que actos como hablar, leer, o escuchar solo cobran importancia en nosotros cuando no los poseemos o se nos atrofian. Ese bello texto que entre otras cosas me sirvió para introducirme en el misterio mental que es la construcción de la temporalidad, fue publicado por Editorial Anagrama, casa editorial que el año pasado, nos regaló a todos los fanáticos del celebre neurólogo, el que me ha parecido su libro más estremecedor: "En movimiento". Y es que contrariamente a otros textos del autor este me ha dejado un gran vacío.
La estructura del libro que parece confusa en un principio, se va volviendo poco a poco más intima en cada capítulo. Tanto que al final hemos quedado sumidos en una imagen clara del autor. El cuál recurriendo a la sinceridad, que debe ser la principal virtud del científico y la pesadilla del escritor, nos muestra a un personaje humano, desnudo, que es casi imposible no enojarse con él, o reír de los artificios que quizás también nosotros hemos utilizado para distraernos de nosotros mismos.
A pesar de esa arrogancia -tan clásica en muchos hombres de ciencia y médicos- Oliver Sacks, se desnuda ante nosotros, sin otra aspiración que la de compartir con nosotros la historia detrás de muchos de sus libros, creo que puede llegar a ser agradable, comprobar que las grandes obras finalmente son trabajo y esfuerzo, donde un buen escritor se debe ante todo a si mismo, sin importar lo que pueda opinar el más humilde de sus lectores.
Es quizás la decepción de leer a un hombre que puede ser tan hábil para entender al discapacitado y recrear de manera tan brillante su mundo interno, y que cuando nos habla de su propia vida enfrentando al hombre común, podemos ver a un personaje que simplemente no entendía a los demás, y que confiesa la imposibilidad de hacerlo.
Es como si me dijera a cada página "este soy yo... lo siento, lamento no complacerte" con el orgullo y la dignidad que dan el reconocer que no se es perfecto, pero qué más da, si es la propia vida sobre la que se ha actuado.
Quizás lo que más me sorprende es la fuerza moral de Sacks, para plasmar sus errores y no disimular sus cargos de conciencia, también presentes en el libro, símbolo máximo de haberse enfrentado a ellos y haberlos superado.
También me queda claro que para lograr este tipo de textos, debes haber tomado al menos dos decisiones por cuenta propia; la primera aceptarte tal como eres, y la segunda atreverte a dejar una vida estable y cómoda y luchar por encontrar la que te hace feliz.
Oliver Sacks, murió el 30 de agosto de 2015, aunque se había despedido de sus lectores, unos meses antes, en una carta triste por el desenlace, y esperanzadora por el camino que el neurólogo se disponía a recorrer, acompañado de sus seres queridos, tomando distancia de los problemas del mundo, y despidiéndose de la vida.
Descanse en paz Oliver Sacks.
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Fragmento de la Carta de Despedida de Oliver Sacks "De mi propia vida" (El País, 21 de Febrero, 2015) |
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