Hablar de conciencia no es una tarea menor, cuando se intenta definirla necesariamente se tiene que recurrir a una explicación fenoménica y anteponerla a su noción contraria; la de conducta.
La
conciencia fenoménica es la “propiedad
que los estados, sucesos y procesos
mentales poseen cuando, y sólo
cuando, hay algo que es como algo para
el sujeto que los posee; para experimentarlos en tales estados” (Kriegel, 2009:179). Así para estudiar a la conciencia podemos
ubicarnos entre dos posturas: una que pretende explicarla a través de
manifestaciones físicas y otra usando manifestaciones cognitivas. Dentro de estas últimas explicaciones tenemos
que la “conciencia humana surge en cierto grado de sacrificar placeres del
individuo para dar paso a la conciencia
humana, sobre las condiciones circundantes y el compromiso para transformarlas”
(Carrillo y Leyva, 2006:85).
La
negación aparente de este mundo interno lo constituyen los teóricos del conductismo clásico, Watson
y Skinner. A decir del primero una
conducta es “lo que el organismo hace o dice” y donde “el hombre es una maquina
orgánica montada y lista para funcionar”, mientras que para Skinner “la
conducta se aprende por asociación de estímulos y respuestas, siempre que éstas
vayan seguidas de refuerzo”. (García y Vega, 2005:83).
Entre estas dos posturas divergentes se abre paso la
teoría de Vygotsky, quién demuestra lo que parecía imposible, que la
conciencia también se puede observar de manera material, aceptando a ésta, no como
una conducta observable, o a considerarla como un fenómeno meramente subjetivo,
sino como una combinación de ambas, donde el ambiente y la interacción juegan
un papel central.
En el
trabajo de García Vega y Vega Redondo (2005:23) Origen histórico de dos alternativas contrapuestas en los comienzos de
la psicología científica podemos encontrar la siguiente explicación que dio
Vygotsky sobre este tema retomando a Lenin en un artículo que fundó además la
escuela psicológica rusa:
“Lenin,
en su escrito más importante, Materialismo y empiriocriticismo publicado
en 1914 (Lenin, 1983) diferencia dos clases de materia: la física y la no
física. La materia física es aquella cuyas propiedades (impenetrabilidad,
inercia, masa, etc.) son observables por los sentidos externos. Tales
propiedades son inherentes a cierto estado de desarrollo de la materia, pero
no a todos. Hay energías materiales no físicas. Según Lenin: “La única
propiedad de la materia con cuya admisión está ligado el materialismo, es la
propiedad de ser una realidad objetiva, de existir fuera de nuestra
conciencia” (Lenin, 1983, p. 287). La energía psicológica, psique o
conciencia, no tiene tales propiedades físicas pero es una realidad existente
fuera de la mente, y por tanto sería un “gravísimo error pensar que la
materia desaparece en estos casos”. El materialismo dialéctico argumenta así
el carácter no físico de la conciencia: Todo lo que existe es materia y toda
materia tiene una propiedad, que es el movimiento.
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Al igual
que Lenin, Vygotsky concluye que todo lo
que hay en la mente tuvo su origen en el exterior y plantea que el desarrollo de la cultura humana
transcurre, a través de la actividad, como un proceso que mediante la relación
entre el hombre y su realidad objetiva
puede modificar la realidad, que se forma y transforma así misma (Patiño
Garzón, 2007).
La
conciencia –aquello que organiza, proyecta, anticipa y regula la conducta
humana- es el objeto de estudio de la psicología vygotskiana la cual nos ofrece
las siguientes precisiones:
La
conciencia, es el conjunto dinámico de procesos psicológicos superiores
(memoria, inteligencia y lenguaje), sensaciones, emociones y sentimientos.
Incluye contenidos (ser consciente implica ser consciente de algo), motivos
(emociones, afectividad) y funciones (procesos mentales), siendo el
planificador, mediador, organizador,
regulador de la conducta humana. (…) lejos de ser una realidad privada,
absolutamente individual, la conciencia tiene un origen, una función y una
naturaleza social. (…) lo que nos distingue de los animales es la capacidad
para coordinar la conducta ajena y proyectar, planificar, regular la conducta
propia mediante la utilización de signos y símbolos (principio de la
significación). Es decir la conciencia
es el resultado de signos y símbolos que permiten operar con la realidad,
resolver problemas, mantener interacciones sociales y el signo por excelencia
es el lenguaje (Esteban Guitart, 2010).
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El tiempo
y su comprensión son dos paradojas que sin duda están relacionadas con la
conciencia, y que han encontrado en la
Filosofía, la fuente para su reflexión, en la paradoja de San Agustín el
tiempo nos es de sobra conocido mientras
nadie decide poner a prueba nuestra comprensión de él, (Husserl, 2002:5), encontramos la génesis de
ese universo que para la filosofía alemana, resulta ser la conciencia
histórica.
Y es que
entre el sentido y el tiempo
percibido, se abre un universo del que muchas veces no préstamos atención y
que resulta fundamental a la hora de comprender como es que en la mente se
abstrae la realidad y se le da un objetivo:
Cuando un objeto temporal ha
transcurrido, cuando su duración actual ha pasado, en absoluto ha muerto con
ella la conciencia del objeto que ahora es pasado aunque la conciencia nunca
más volverá a operar respecto de él como conciencia perceptiva (Husserl,
2002:13) y es que una vez que nuestra conciencia abstrae del tiempo un recuerdo
este nunca vuelve a ser el mismo, sino que es trastocado por nuestro
pensamiento, una y otra vez, de tal forma que cada vez que lo traemos a la
conciencia es diferente, aunque la significación sigue siendo la misma, en un objeto temporal distinguimos, pues por
una parte, el contenido junto con su duración (Husserl, 2002:74).
Es en el contenido del tiempo donde la Historia sitúa el debate de la conciencia
histórica; para algunos es una suerte de característica de la realidad
científica que caracteriza al debate historiográfico:
“La
conciencia histórica que caracteriza al hombre contemporáneo, es un
privilegio, quizá incluso una carga, que como tal, no ha sido impuesta a
ninguna de las generaciones anteriores. (…)
la conciencia que tenemos actualmente de la Historia es
fundamentalmente diferente a la manera en que otras veces el pasado aparecía
a un pueblo o una época. Entendemos
por conciencia histórica al privilegio del hombre de tener plena conciencia
de la historicidad de todo presente y de la relatividad de todas las
opiniones. (…) Sería justo no tomar la conciencia histórica como un fenómeno
radicalmente nuevo, caso verdaderamente extremo de la investigación
histórica, sino como una transformación relativa, aunque revolucionaria, en
el interior e aquello que constituye desde siempre el comportamiento del
hombre cara al pasado (Gadamer,
1993:20 y 48).
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Para Filósofos como Gadamer (1993:14) y lo
confirma Rymond Aron el tiempo no es solo
un precipicio que se debería franquear para retornar al pasado; es en realidad
el suelo que acompaña al futuro y donde el presente hunde sus raíces:
“La conciencia del pasado es constitutiva de la existencia histórica. El hombre posee de verdad un pasado sólo si tiene conciencia de poseerlo, pues únicamente esta conciencia introduce la posibilidad del diálogo y la elección. De otro modo, los individuos y las sociedades llevan encima un pasado que ignoran, que sufren con pasividad. Mientras no tienen conciencia de lo que son y de lo que fueron no alcanzan la dimensión propia de la historia. La historia es la reconstitución, por y para los vivos, de la vida de los muertos. Nace, pues, del interés actual que los hombres que piensan, sufren, actúan, tienen en explorar el pasado. Búsqueda de un antepasado cuyo prestigio y cuya gloria se prolongan hasta el presente, elogio de las virtudes que hicieron nacer y prosperar a la ciudad, relato de las desgracias queridas por los dioses o atraídas por las falta de los humanos que precipitaron su ruina, la memoria colectiva parte, como la memoria del individuo, de la ficción, mito o leyenda, y se abre penosamente camino hacia la realidad” (Aron, 1962:14).
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Igualmente podemos seguir esta discusión en el ámbito de la didáctica de la historia, para autores como Andrea Sánchez Quintanar la conciencia histórica implica:
-
La noción de que todo presente tiene su origen en el pasado.
-
La certeza de que las sociedades no son estáticas, sino que cambian y se
transforman de manera constante y permanente por mecanismos intrínsecos a
ellas, independientemente de la voluntad de los individuos que las integran.
-
La noción de que, en esa transformación, los procesos pasados constituyen las
condiciones del presente.
-
La convicción de que yo –cada quien-, como parte de la sociedad, tengo un
papel en el proceso de transformación social y, por tanto, el pasado me constituye, forma parte de mí, hace que
yo –mi ser social- sea como es.
-
La percepción de que el presente es el pasado del futuro, que yo me encuentro
inmersa en todo ello y, por tanto, soy parcialmente responsable de la construcción de ese
futuro.
-
La certeza de que formo parte del movimiento histórico y puedo, si quiero,
tomar posición respecto a éste; es decir, puedo participar, de manera
consciente, en la transformación de la sociedad” (Sánchez Quintanar 2006).
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Por su
parte, el mundo conceptual de Jörn Rüsen sobre la conciencia histórica, empieza reconociendo a ésta, como parte de
una cultura histórica y que al formar una diada con la memoria, es posible reconocer la motivación y la
orientación humana. La conciencia
histórica para Rüsen es la comprensión
individual y colectiva del pasado, los factores
cognitivos y culturales que forman dicha comprensión, así como las
relaciones entre comprensión histórica de carácter futuro, para este autor, la conciencia histórica es
de tres tipos; tradicional, ejemplar, crítica y genética:
En
la conciencia histórica de tipo tradicional, la conciencia histórica funciona
para mantener vivas las tradiciones que aseguran la coherencia social. Es la
que permite recordar los orígenes comunes y validar las costumbres que
legitiman obligaciones y prácticas. La totalidad temporal está aquí expresada
en forma de un pasado, que es relevante sobre el presente y que debe ser
continuado en el futuro. La permanencia es el factor clave de esta forma de
conciencia histórica.
En
la de tipo ejemplar, la experiencia del pasado se asume en un conjunto de
casos, que representan reglas de conducta. La experiencia temporal se
extiende un poco más que en el tipo tradicional pues, tomando las normas de
casos específicos, hace posible su aplicación a situaciones actuales, que son
valoradas por su capacidad de aportar un mensaje o lección al presente.
Para
el caso de la conciencia histórica de tipo crítico, se remite a una cierta
contranarración,
a una desviación que implica ruptura con el pasado, de manera que deja de ser
fuente de orientación para el presente. La conciencia histórica de tipo
crítico deslegitima la validez atemporal de tradiciones y reglas previas,
pues considera las condiciones como temporales y relativas a la hora de guiar
la acción.
Por
último, la de tipo genético va aún más allá que el tipo anterior, puesto que
la conciencia histórica genética presupone que el cambio subyace en la
temporalidad humana y, por ende, toda estructura de interpretación del tiempo
está mediada por la posibilidad de transformación como factor fundamental
dentro de la creación de sentido del pasado. Así, el presente se muestra como
un punto de intersección entre el futuro, que puede forjarse a partir del
cambio que dinamiza la historia. La idea de “progreso” ajustaría como un buen
modelo de pensamiento genético, pues supone que las experiencias pasadas son
susceptibles de una alteración, que reporte configuraciones más positivas en
el futuro (Cataño Balseiro, 2010:223).
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Si la conciencia histórica es un panorama
complicado, el de La Formación de la conciencia
histórica para la convivencia, lo es aún más; ya que no se encuentra
enunciada en ningún lugar que no sean los documentos asociados a la Reforma
Integral a la Educación Básica, sin que se aclare en que consiste o cuáles son
los orígenes del término. De manera
prescriptiva solo se enuncian las dimensiones que la componen, y los objetivos que el docente debe cumplir
con estrategias que permitan que el alumno:
- Analice y
discuta sobre la diversidad social, cultural, étnica y religiosa de las
sociedades pasadas y presentes.
- Desarrolle
su empatía con seres humanos de otros tiempos y de distintas condiciones
sociales.
- Identifique
las acciones que en el pasado y en el presente favorecen el desarrollo de
la democracia, la igualdad, la justicia, el respeto y el cuidado del
ambiente.
- Reconozca
los intereses y valores que llevaron a los sujetos históricos a actuar de
determinada manera y sus consecuencias.
- Señale y
describa los objetos, tradiciones y creencias que perduran y reconozca el
esfuerzo y características de las sociedades que las crearon.
- Reconozca
en el otro aquellos elementos que le son comunes y le dan identidad.
Recupere el conocimiento histórico para valorar su presente y como sujeto
histórico plantear proyectos para actuar con responsabilidad social
(SEP, 2011: 24).
Cuando se revisan las tesis o tesinas sobre el tema, podemos encontrar que en la mayoría de los
estudios a pesar de que se trata de investigaciones para la educación básica,
solo se busca desarrollar la conciencia
histórica, dejando la formación para la convivencia totalmente de lado y se evita mencionar de manera clara lo que se entiende por
ésta. A veces se le relaciona con el
pensamiento crítico y otras aunque se mencionen las tres dimensiones ligadas a
ella –pasado, presente y futuro, no se comprende claramente la dimensión
actitudinal que posee esta noción del conocimiento histórico, y se le deja en
un nivel factual. Por ejemplo, en su
tesis de Licenciatura Maria de Lourdes Cecilia Guerrero Saucedo (2004:5) nos
dice que el enfoque que defiende su tesis La
enseñanza-aprendizaje de la historia desde un enfoque basado en la adquisición
de la conciencia histórica en sexto grado es “Desarrollar en los alumnos la
noción de conciencia histórica colocándolos en el papel de sujetos
constructores de su propia realidad, y por ende, de su propia historia”. Para
otro autor “El desarrollo actual de la
humanidad es fruto del pasado del hombre, inclusive instituciones y costumbres
del pasado continúan vigentes en nuestros días. Por lo tanto, el conocimiento
del pasado, permite a los hombres entender el presente e intentar elegir el
mejor camino entre las distintas alternativas que se le presentan mirando el
futuro”. “El análisis de los mismos permiten al hombre como ser individual y
protagonista de la historia y a las sociedades que forman diferenciar entre
aciertos y errores, atendiendo y basando sus decisiones en los primeros e
intentando no repetir las equivocaciones ante situaciones similares” (Pérez Ortiz,
2012:6).
Dentro de
las metodologías para tratar didácticamente el desarrollo de la conciencia
histórica destacan varias propuestas que
incluso generan softwares interactivos para el desarrollo de la conciencia
histórica como la investigación titulada Propuesta
educativa computacional “La conciencia histórica como factor fundamental para
fortalecer el sentido de identidad nacional de Cristina Rocha Soriano
(2005), o recurriendo a recursos aparentemente más modestos como el desarrollo de la lectoescritura, o el
muralismo mexicano “La comprensión lectora es una de las habilidades indispensables para
adquirir cualquier tipo de aprendizaje, a partir de ésta cualquier individuo es
capaz de interpretar y dar respuesta a situaciones que se formulen o propongan,
desarrollando las capacidades intelectuales que de ésta se desprenden”. (Vences
Alpizar, 2008:5).
En todas
las propuestas revisadas sobre sale el hecho de que para desarrollar la
conciencia histórica la mayoría de los autores recurre al uso de esquemas
temporales o ejercicios de representación del tiempo, como es nuevamente en la
Tesis de Licenciatura en Pedagogía Unidad Didáctica y Enseñanza Para Favorecer
La Conciencia Histórica en los alumnos De 3° Año De Educación Preescolar
Elaborada Por Ilse Melina Martínez Moreno y Andrés Reyes Baca (2012) las
actividades tienden a formar en los alumnos, la noción del pasado y del
presente, mediante una secuencia didáctica que aborda desde el uso de la discusión, líneas del tiempo, entrevista a
los abuelos de los niños, comparaciones de objetos y dibujos, que tienen como
objetivo más importante lograr una primera aproximación a la historia de los niños,
el marco temporal es su propia vida y los cambios que suceden a su alrededor.
La
introducción de la convivencia como una competencia a desarrollar para la
educación básica y su introducción en el currículo de historia, no son dos
fenómenos aislados, sino que se complementan y dan vida a una problemática
compleja enseñar historia al mismo tiempo que se mejoran las relaciones
personales, con la aspiración de comprender los problemas internacionales. Sin embargo
de lo que no queda duda es que se
trata de una competencia que pretende favorecer las acciones que con conciencia
histórica realizan los sujetos en beneficio de la convivencia, es decir, se
trata de usar el conocimiento que los alumnos pueden elaborar del pasado, para
actuar de forma positiva en el presente.
Rompiendo una vieja tradición que solo ha permitido que los alumnos conciban
a la Historia como “un relato sobre las guerras” y a las revoluciones sociales
como sinónimos de “batallas”.
De lo que
se trata ahora, es que los estudiantes se perciban como parte de
una cultura nacional, que al estar en una interacción constante con los
fenómenos de la globalización; deben
tomar decisiones y resolver problemas de una naturaleza rápida y
cambiante. El tema de la conciencia
histórica para la convivencia y su formación se convierten entonces en una
manera de abstraer la realidad y poder interactuar en ella de una manera
informada.
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