sábado, 11 de mayo de 2019

Los violentos, y los momentos electorales

La violencia en nuestro país está prohibida constitucionalmente, e incluso muchos -casi todos- los esfuerzos institucionales recientes tienen como objetivo su superación, atención y prevención. 

   La violencia es un peligro que esta definido por distintas naturalezas; física, social, estructural, política y muchas más,  que se suelen mezclar de manera constante, cruzándose una y otra vez,  en distintos momentos de la evolución de los fenómenos que forman un ciclo cada vez más destructivo en nuestra nación.    

   Más allá del rechazo qué justamente, provoca el término y donde nadie quiere ser calificado de violento, existe un punto que no es tocado por ninguna de las fuerzas políticas, quizás por la complejidad conceptual que entraña, el hecho de que categorizar a una persona con dicho apelativo es quizás el más cruel de los atropellos. 

   Desde que el estudio de la violencia se ha especializado, se utiliza el plural violencias para nombrar a todos las  tentativas y actos que una persona, grupo o institución, utiliza para someter a otra y actuar contra su voluntad en un proceso de dominación que puede tomar distintas dimensiones; económica, física, etc.  

    El estudio de la violencia simbólica nos permite comprender cómo ocurre la estigmatización de un grupo, esa que renuncia al pensamiento reflexivo, señalando supuestos signos de pertenencia a una identidad que solo existe en la mente del que juzga, y que es un obstáculo para la comprensión de un otro que siempre es particular e irrepetible. 

   Existe en México un grupo de personas -supuestos partidarios del libre mercado- que durante los últimos años nos han metido en un proceso convulso, con tal de mantener sus privilegios han llamado violentos a sus adversarios y seguidores, durante más de 12 años han conservado el poder de nombrar así, de capitalizar en su beneficio el carácter peyorativo del termino.  Sin embargo una vez más la realidad supera a la manipulación de las palabras, y es que cada vez que han aplicado el miedo contra el libre albedrío, explotando el temor al cambio, hemos visto que al aplicar sus programas "renovadores", "prudentes", "modernos", los efectos de sus acciones materializan la angustia de nuestras peores pesadillas.

   Nunca el país ha conocido tantos muertos, tantos desaparecidos como los que han ensombrecido a nuestras familias, pocos pueden presumir no conocer en su propia carne y cuerpo los efectos de la falta de seguridad que ya no respeta a ninguna de las clases sociales del país. 
 
  Ellos, los arquitectos y administradores de nuestra desgracia, nos llaman violentos, ellos que se enriquecen a nuestra costa, que nos hacen victimas de su corrupción, de sus sistema clientelar, ellos que usando el poder que les da un sistema que se empeñan en perpetuar, pueden nombrarnos como les de la gana, pero está vez los desenmascararemos, sería un error permitir que sigan privatizando el uso del termino, y aceptarlo.

Hoy poco se habla de la república amorosa que AMLO anunció en campaña,  se  asume que la Guardia Nacional significa en gran medida enterrar esa aspiración.    Apostar porque un hombre nos resolvería la vida y guiaría a un país tan diverso como México de la misma forma que Gandhi lo hizo con la India, en un momento como este,  fue una apuesta ingenua, pero que revela el deseo sincero de cambiar el panorama en que nos hayamos.


Quizás nuestra hora tenga que esperar aún más, pero lo cierto es que no debemos dejar pasar la oportunidad que nos regala este momento y una vez que terminé, guardar fuerza y experiencia para reconstruirnos una vez más.  Algunos conciudadanos empiezan a preguntarse por la sucesión presidencial, desde mi perspectiva están construyendo una plataforma que lleve a los grupos derrotados el año pasado nuevamente al poder, pero debemos intentar no olvidar lo que nos dice  María Esperanza Casullo "... el populismo de izquierda es más futurista. El populismo de derecha tiene un elemento nostálgico, que es la idea de que tenemos que volver a un pasado que se perdió" (...) Cuando la hora llegué miremos hacia adelante.








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